Además del sismo, lo que movió a la sociedad el pasado 7 de septiembre y días subsecuentes fue la información veraz y oportuna, que arrojó muchas luces sobre todo lo que se conoce y lo que aún se ignora de los terremotos.
En las horas siguientes al sismo, los gobiernos federal y estatales, incluyendo el de la Ciudad de México, pusieron en marcha sus programas de protección civil, al igual que sus sistemas de comunicación para mantener informada a la población de las consecuencias y conductas por seguir ante este desastre natural. Las acciones posteriores de las autoridades han dejado mucho que desear.
Una información bien cimentada
De la labor informativa de las oficinas de gobierno y de las acciones y omisiones ya están surgiendo las primeras reacciones, lamentablemente negativas; por lo pronto, cabe reconocer que en las primeras horas del sismo se actuó en términos generales con oportunidad, aunque con algún dejo de oportunismo.
Lo que sí ha continuado es la labor de divulgación científica y tecnológica de instituciones e investigadores, así como la cobertura informativa que se ha proporcionado a estos expertos en el tema, tanto en los medios como en las redes sociales, aunque en estas últimas sí se causaron temblores nerviosos por rumores e imprecisiones propaladas.
Los especialistas e investigadores de los institutos de Ingeniería y de Geología, de la UNAM, horas después del sismo informaron sobre la magnitud e intensidad de este fenómeno geológico, así como de su mecanismo de generación, de una manera sencilla y clara.
https://twitter.com/HernanJCB/status/906036707740418048
Por supuesto que lo primero que asustó y sorprendió a la mayoría de los habitantes de la Ciudad de México fue su magnitud de 8.2, más fuerte que el de 1985, pero que causó daños menores en la capital del país. Los expertos de la UNAM explicaron la diferencia: mientras el sismo de 1985, de 8.1, se originó a 350 kilómetros de la Ciudad de México, frente a las costas de Michoacán, a 15 kilómetros de profundidad, el del pasado 7 de septiembre se registró a una distancia de 700 kilómetros y a una profundidad de 58 kilómetros.
Por eso, la percepción de la intensidad fue menor que la de hace 32 años, según quienes sufrieron ambos temblores. Aun así, este terremoto es de los más fuertes que se han sentido últimamente en la capital del país.
Con el propósito de dejar sentadas las diferencias y evitar que los políticos de la capital lo utilicen para edificar sus candidaturas, el doctor Leonardo Ramírez Guzmán, del Sismológico Nacional, precisó que el sismo “tuvo niveles de intensidad de una quinta parte del que se observó en 1985, por lo que hay que ser muy cuidadosos con las aseveraciones del desempeño que tuvieron nuestras estructuras”.
Las falacias del sismo
Ante los datos científicos ya no se escucharon alabanzas sobre las construcciones de la Ciudad de México, en todo caso faltaría un estudio más minucioso de los grandes edificios que se han construido en los últimos años para determinar si la ciudad es a prueba de sismos de gran magnitud.
De lo que no nos salvamos fue de medios poco serios, tanto electrónicos como impresos, que esparcieron rumores como los de los videntes que predijeron el temblor o de charlatanes que con ropajes seudocientíficos refirieron que la actividad solar es culpable de los terremotos. Asimismo, no faltaron quienes predijeran que habría una réplica de una magnitud de 7.0.
En todos los casos, investigadores, divulgadores y periodistas de la ciencia opusieron a la charlatanería la razón sustentada en evidencias científicas. Los videntes alcanzan notoriedad cuando alguna de sus profecías se cumple o casi lo hace, pero las miles de veces que fallan quedan en el olvido. Además, decir que en una zona sísmica va a temblar es más una cuestión de probabilidades que de profecías.
El fenómeno de las "luces de #terremoto" se explica por la tribuluminiscencia, la emisión de luz tras una fractura.
Ha ocurrido en México: pic.twitter.com/Vb1mQvwnkg
— Divulgación VENTURA (@VENTURAdivulga) September 8, 2017
Lo que sí corroboraron los investigadores fue que habría réplicas, pero no se podía predecir de qué magnitud serían. Asimismo, se explicó que la placa de Cocos penetró por debajo de la de Norteamérica: “Es como cuando quieres mover un mueble muy pesado y le añades cada vez más fuerza hasta que, súbitamente, se desplaza. Eso fue lo que pasó porque la energía se fue acumulando hasta que se produjo un rompimiento”, refirió el doctor Gerardo Suárez Reynoso a Albinson Linares de The New York Times en Español.
Así, la comunidad científica y los divulgadores y periodistas de la ciencia están contribuyendo a que se comprendan mejor estos movimientos de la Tierra, lo que tranquiliza a buena parte de la población. Por eso, no se entiende la tozudez del gobierno en disminuir los recursos para la investigación científica y tecnológica, como el año pasado, el antepasado…
reneanaya2000@gmail.com
f/René Anaya Periodista Científico