Que me quieras, de Merritt Tierce, es una novela extraña. Y no porque sea experimental, o aborde una temática oscura o pretenda ser surrealista o abstracta. Es extraña, precisamente, porque es demasiado real… porque no siente uno que esté leyendo sobre una joven camarera, madre soltera, drogadicta y promiscua, sino porque la está viendo. Parte de la genialidad de esta primera novela de esta autora oriunda de Texas consiste en que la prosa es reemplazada, de manera inconsciente, por una especie de cámara que sigue los pasos de Marie y no pretende explicar nada: tan solo mostrar.

La biografía de Merritt Tierce revela algo que no tendría por qué inquietar pues la literatura será siempre, en mayor o mínimo grado, autobiográfica: al igual que Marie, una protagonista que no conquista la jerarquía de “heroína”, Tierce fue madre adolescente y soltera, y camarera durante diez años, tras graduarse del instituto a los diecinueve años, lo cual significa, saliendo de la high school.  Marie no manifiesta nunca el deseo de ser escritora, ni siquiera parece interesada en la literatura, pero Trace asistió al Iowa Writers Workshop, donde trabajaría esta novela que la catapultaría a la fama. Love me back obtuvo, sucesivamente, los prestigiados premios PEN, Robert W. Bingham (mejor debut en ficción) y Steve Turner. Por si fuera poco, fue nombrado el mejor libro de 2014 por The Chicago tribune y Electric Literature.

Lo paradójico es que si bien Merrit Tierce y Marie parecieran la misma persona, resulta casi imposible creer que lo sean. En la página 12, Marie, asimismo narradora, menciona haber ganado un montón de competencias de cálculo, “incluido el regional”, y hace alarde de su inteligencia cuando sale de ciertas situaciones embarazosas. Pero Marie, más que inteligente, es lista y desempeña muy bien su trabajo. El problema con Marie —aunque albergo la duda de que sea un problema real, y no descarto que se trate de un recurso deliberado— es que parece no tener mucha consciencia de sí misma, ni de lo que pasa fuera de ella, aunque lo comente. Marie no analiza, simplemente presenta hechos, describe, detalla, sin ahondar y, mucho menos, resaltar. A eso me refiero cuando aludo a la sensación de una cámara que la sigue. Para decirlo con palabras simples, y que pudieran resultar demoledoras (aunque no lo sean tanto): es un personaje sin psicología. Se deja llevar, deja que las cosas sucedan, no se cuestiona las consecuencias de sus actos. Los momentos compartidos con su hija, en los que cambia a un narrador en segunda persona, son los más expresivos y hermosos, en los que, paradójicamente, afloran los sentimientos que parecieran inexistentes en otras circunstancias. Son dichos momentos los que me llevan a suponer que la mecanicidad en los actos íntimos de Marie se debe a un recurso narrativo, totalmente calculado, y no un problema de estilo.

Marie hace demasiadas cosas que no tienen justificación… y no lo tienen porque pareciera gobernada por un impulso animal que eclipsa su sentido común y su conciencia. A sus dieciocho años, es madre de una hija pequeña y está casada con un buen hombre que no es el padre biológico de la criatura, aunque funja como tal. Trabaja como camarera y cede sin problema a los avances sexuales de quien la requiera, y es capaz de continuar llevando una relación en camaradería con un tipo que, minutos antes, la ha hecho empinarse sin la menor delicadeza, como una muñeca a su disposición. Inicia una conversación en un bar con dos desconocidos y tras un par de copas, va con ellos y se somete a sus caprichos como si solo su cuerpo estuviera allí, pero no su mente. En ningún momento se comenta que disfrute de estos encuentros sexuales, lo mismo da coger que no coger. No se trata, pues, de mera ninfomanía.  Por un momento parece albergar algún sentimiento por uno de los hombres con quien empieza una relación casual, queda embarazada y aborta, y todo ello lo narra como quien ve llover… y llega un momento, al menos por lo que a mí respecta, que esa ausencia de pasión y motivación crea gran desconcierto e incluso choca. Uno termina de leer Que me quieran  experimentando una gran simpatía hacia una sola faceta de Marie, que es el de la maternidad. Lo demás es una excelente prosa, muy descriptiva, en la que Marie forma parte del decorado, una casi no persona, un objeto no menos trascendente que un tenedor o un mantel; algo que prácticamente cualquiera puede usar y tocar, y en ese sentido tengo mis reservas para convencerme de calificarla —como hacen prácticamente todos sus críticos— de “novela feminista”.  Transgresora, sí. Y lo es precisamente por la cosificación sistemática de la protagonista. De lo que no cabe duda, y hay que resaltar como el rasgo que definitivamente rescata esta extraña novela, es su excepcional prosa y la cinematográfica vitalidad y nitidez de sus descripciones atmosféricas y situacionales.

Merritt Tierce, Que me quieras. Traducción de Zulema Couso. Blackie Books, Barcelona, 2017.