Un tema difícil, por decir lo menos, es lo que trata Rendición, novela de Ray Loriga. Precisamente la rendición, donde se puede confundir fácilmente la sumisión con la aceptación, y el autor nos deja claro desde el principio que no va a tratar la sumisión, causado por el fracaso, y escribe: “nace y crece la ponzoña de la derrota durante un mal día, con la claridad de un mal día, forzada por la cosa más tonta, la misma que antes, en mejores condiciones, no nos hubiera hecho daño y que sin más consigue aniquilarnos, si es que coincide por fin ese último golpe con el límite de nuestras fuerzas”. Y para dejar más claro su propósito, compara el rendirse (sumisión) con el optimismo, donde ambas actitudes son creadas por lo que sentimos, ilusiones que duran un tiempo corto en presente, tal vez dure unos días: “crece después de un beso, de una charla, de un buen vino…”. Más bien trata la rendición, a lo largo de la primera parte de la novela, como la aceptación de los hechos, sabe que lo que ya ha sucedido hecho está, pronto se convierte en pasado, y no se puede modificar, el personaje principal se convierte en un observador de lo que pasa a su alrededor sin intervenir de algún modo, no puede hacer nada ante una guerra que va cambiando su entorno: “Si uno mira con cuidado el jardín de esta casa, sabrá enseguida que vivió tiempos mejores, que la alberca vacía no desentona con el zumbido de los aviones que cada noche castigan no ya esta propiedad sino todas las de nuestro valle”.

Esta guerra, que ya dura una década, también hace que el personaje acepte las consecuencias de la guerra: el destierro, la pérdida material y moral. Como sucesos que forman parte de su vida. Así en el destierro llega con su esposa y un niño llamado Julio a una ciudad transparente. Y surge una historia kafkiana, donde “todo se transparentaba a través de cada cosa, había alimento para todos, nada olía, ni los orines, ni las heces, no se sudaba, la temperatura era suave y constante, no había televisión, ni dinero; y los sentimientos eran siempre de cordialidad. Los personajes pierden la capacidad de rendirse conscientemente, son manipulados colectivamente a través de un baño llamado cristalización. Cuando el personaje principal logra tener un poco de conciencia, se da cuenta que extraña la capacidad de sentir lo que es un fracaso, odio, amor, etcétera. Prefiere dejar a esa sociedad controladora y expuesta a la mirada de todos. Y podemos leer: “en ese momento me di por vencido, y de la suerte que corrieron los demás en ese nuevo mundo poco puedo contar. Imagino que les iría de maravilla y que gente como yo, sin fe en el futuro, fuimos siempre el enemigo”.

Rendición es una novela que merecidamente ganó el Premio Alfaguara en este año. Expone al ser humano como un ser feliz a pesar de las vicisitudes de la vida. Y que no necesita un futuro protegido donde no haya miedo, recuerdos, amor, como sucede extrañamente en la ciudad transparente, y que la conciencia es suficiente para asumir cualquier consecuencia de nuestros actos.

Ray Loriga, Rendición. Alfaguara, México, 2017; 216pp.