En estos días patrios recuerdo la historia. Pienso en nuestra situación actual, leo las noticias, oigo los discursos, veo la realidad, comparo unos y otros, preveo el porvenir, imagino el futuro y adivino el destino, y no puedo hacer otra cosa que inquietarme, preocuparme, asustarme, enojarme, desanimarme o desesperarme.

Pero, por el contrario, cuando repaso nuestra historia, la remota y la reciente, la de los héroes y la de los comunes, la de letras de oro y la de letras de tinta, no puedo más que ufanarme, enorgullecerme y felicitarme por pertenecer a este pueblo, algunas veces dolorido y otras trágico, pero siempre animoso y casi siempre victorioso.

Porque no olvidemos que la victoria ha sido una constante casi siempre presente en los doscientos años mexicanos. Es cierto que sufrimos una derrota, una sola, que nos costó la mitad del territorio. Pero hay muchas victorias que pueden alentar nuestro espíritu y sedar nuestro dolor.

Y es que me duele la invasión extranjera, la secesión de Texas y la pérdida de California. Pero, como dijo Vicky Baum, “si tienes alteza, perdona y, si no la tienes, olvida”.

Pero, también, hicimos la Reforma y vencimos. Nos gobernaba Santa Anna y lo vencimos. Expedimos las nuevas leyes y eso provocó una guerra civil de tres años, pero los vencimos. Los derrotados pidieron ayuda extranjera y provocaron una intervención. Pero la vencimos. Nos trajeron un monigote real, pero lo vencimos también a él. Después hubo que restaurar la República y reunir a unos mexicanos con los otros. Parecía imposible, pero vencimos. El país se reunificó, los conservadores fueron desplazados y los extranjeros quedaron advertidos.

Somos vencedores. Así lo pienso en los instantes que prosiguen en mi recorrido vial. Viene a la memoria que hicimos la Independencia con Hidalgo, Morelos, Allende, Guerrero y muchos más. Redactamos Apatzingán. Nos federalizamos en el 24. Proclamamos Ayutla. Excluimos a Santa Anna. Hicimos la Reforma. Expedimos la Carta Liberal del 57. Sufrimos la Guerra de Tres Años. Vivimos la epopeya de Juárez. Repelimos la intervención. Cancelamos a Maximiliano. Restauramos la República. Repudiamos el tuxtepecazo. Abominamos de la Dictadura. Seguimos a Madero. Nos fuimos a la Revolución. Rescatamos el liberalismo. Proclamamos Guadalupe. Remitimos a Huerta. Y promulgamos la Carta Revolucionaria de 1917.

Ante tantas victorias y tan valiosas, una sola derrota hoy debiera parecer incidental. Por eso me reanima la historia. Pero, ¿el futuro será tan lleno de victoria y gloria? En lo personal, ¿habré abrazado el bando de los que ganarán o resultaremos derrotados?

Por ejemplo, para el porvenir nacional, ¿venceremos los limpios o seremos vencidos por la deshonestidad, la ilegalidad o la complicidad?

Y luego, sigo con otras incertidumbres, en las que ya no entro en detalles. Pero me inquieta si ganarán los que se aliaron con la valentía, con la lealtad, con la lucidez y con la alteza o aquellos que se acompadraron con la perfidia, con la cobardía, con la estulticia y con la bajeza?

Por eso mis seguridades sobre lo que nos ha pasado y mis vacilaciones sobre lo que nos pasará,

Pero prefiero creer en un destino infalible para los mexicanos y confiar en que siempre, que ¡Viva México!

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