Jacquelin Ramos y Javier Vieyra

El feminicidio representa uno de los principales temas de la agenda nacional hoy en día. Se trata de una problemática sumamente compleja que puede y debe analizarse desde diferentes ángulos y perspectivas que van desde los ámbitos jurídicos hasta los elementos culturales que la nutren, pero al tiempo la interpretan y  la denuncian.

Dentro de estos aspectos que pareciesen superficialidades cotidianas, se esconden entrañados y profundos rasgos que pueden dar luz a zonas oscuras de las que falta mucho por explorar en cuestiones de expresiones culturales como la música, el cine y la literatura y que, sin lugar a dudas, nos ayudaría a comprender de una manera más estrecha la violencia contra la mujer y su mayor grado de brutalidad. Carlos Javier Echarri Cánovas, doctor en demografía, académico de El Colegio de México y especialista en feminicidios, en entrevista exclusiva con Siempre! platicó sobre esos ámbitos culturales que pareciesen inofensivos pero que en realidad fomentan un comportamiento ofensivo contra la mujer y sobre aquellos que ayudan a contrarrestarlo.

Asegura el especialista, que el panorama general de feminicidios en México emerge a partir de los hechos de Ciudad Juárez, donde se mostró un patrón sistemático de asesinato de mujeres; la diferencia de otro tipo de homicidios, es que a la mujeres las están matando por el hecho de ser mujeres.

“Esto viene a destapar algo que en realidad ha existido desde hace años, pero no le habíamos dado la visibilidad que requiere”.

Declara que hay una diferencia fundamental en la forma en la que se mata a los hombres y la forma en la que se mata a las mujeres, lo que refleja una total misoginia, este desprecio por las mujeres, la consideración de que ellas están en el mundo para servir a los hombres.

“Pensamos que las mujeres son de nuestra propiedad, por lo tanto creemos que tenemos el derecho de disciplinarlas por faltas reales o imaginarias, debido a que pensamos que no están cumpliendo con los roles que la sociedad machista les impone, y en ese sentido, les quitamos esa humanidad, y solucionamos el problema con golpearlas, con matarlas, con pasearme con su cadáver como lo hizo el taxista poblano, Ricardo Alexis, y como los muchos otros que han existido”.

De esa manera vemos más frecuente que a las mujeres las asesinan con medios que implican una cercanía –dice Echarri– es decir, el estrangulamiento o el acuchillamiento, eso refiere a que son asesinadas por la propia mano del asesino, a diferencia de los hombres, que por lo regular sus homicidios son a distancia.

“Los hombres mueren fundamentalmente por armas de fuego, las mujeres mueren por los medios más crueles, esto es algo que tenemos como parte de nuestra cultura desafortunadamente, seguimos viendo diferencias fundamentales en como tratamos a hombres y a mujeres”.

 

Existe la costumbre de mostrar una violencia naturalizada.

Hay casos que nos ponen a pensar que están demasiadas lejanas, afirma el autor de libro La violencia feminicida en México (2016), como es el “acoso que sufren las mujeres”, sobre todo en las calles, y que en ciudades como la de México ha dado pie a que haya vagones separados por genero, así como autobuses destinados especialmente para transportar mujeres.

“Recordemos que la marcha del 24 de abril del 2016 y la campaña de Mi primer acoso, fue una oportunidad para muchas mujeres, por primera vez públicamente, de hablar de los acosos, de la violencias que habían sufrido. Nos encontramos –en esos momentos– 93 casos de mujeres que recibieron algún tipo de acoso a los 8 años, en el 40% de esos casos era un delito contundente lo que estaban relatando, y  buena parte de sus agresores eran personas cercanas, como sus propios familiares. Esto nos muestra que hay una gran permisividad social al respecto”.

Otro ejemplo de este aspecto, son los temas de la cultura común, como la serie de canciones que desafortunadamente no pensamos en lo que se cita en su letra, asevera el especialista, como es el caso de las melodías La Martina, el Son de la Negra, y Unas nalgadas, interpretada por Alejandro Fernández, cuya canción en su momento desató una polémica entre algunos sectores al considerarla que su letra fomenta la violencia contra las mujeres. Agregó que afortunadamente hay otros cantantes o agrupaciones, como Café Tacuba que decidió no seguir tocando su canción La Ingrata, para no nutrir esta cultura de agresión contra el género femenino.

“Estas canciones lo que muestran es una violencia naturalizada contra la mujer. Se nos ha acostumbrado desde niños a verlo de una forma común, a ver a las mujeres como una propiedad de los hombres, como algo desechable, y con ello estamos contribuyendo al terreno de la impunidad y la violencia”.

 

Debemos ver lo que estamos fomentando como elementos culturales.

Actualmente existen una serie de novelas, obras de teatro o películas que están empezando a hablar de estos temas, expresa el demógrafo, muchos de ellos que no se atrevían a tocarlos, como el incesto, donde hay personas que en un tono más extrovertido pueden relatar sus propias vivencias.

En el séptimo arte, explica Echarri, actualmente se pueden observar filmes que tocan muy a fondo estas violencias y el machismo que todavía se vive en nuestro país, no obstante hay que recordar –dice el especialista– al igual que la música popular mexicana, en la época de oro del cine mexicano, el machismo siempre estuvo presente. Aquellas películas, por ejemplo las protagonizadas por Pedro Infante, que representaban el estereotipo del mexicano machista, se volvieron cine de culto y referencias culturales, tanto dentro como fuera del país.

Asevera el académico de el Colmex, que también existen otras expresiones artísticas que muestran la violencia contra las mujeres, tales son las obras de teatro o los performance que también lo denuncian. “Tengo aquí en mi oficina una ramita de las Lomas de Poleo, –zona simbólica de los feminicidios en Juárez– que nos repartieron en una representación teatral de estos casos en ciudad fronteriza, como una manera de expresar su indignación por lo ocurrido en ese lugar, a la par de representar nuestra responsabilidad con la sociedad para ser conscientes de la violencia, sobre estos hechos que son inaceptables y que tienen que cambiar”.

En cuanto a la literatura, dice Echarri, hay un boom de la novela negra, pero cuando lee uno a estos autores se trata el tema de la violencia como una problemática general, pero como dicen, “mal de muchos consuelo de pocos”.

No obstante tenemos una serie de autoras que son fundamentales, pero más desde una literatura antropológica, como Marcela Lagarde de los Ríos, una investigadora feminista mexicana que tuvo su paso por la Cámara de  Diputados, ella fue la que impulsó la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, y tiene un libro que se llama Los cautiverios de las mujeres. También nos encontramos con la obra de la antropóloga argentina radicada en Brasil, Rita Laura Segato que analiza el caso de Ciudad Juárez en su publicación La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez,  lo analiza desde el marco general de las formas del patriarcado y de las formas de violencia no convencional.

Para empezar a combatir el problema –considera el especialista– tiene que haber elementos que muestren el grado de indignación y de repulsa a estos hechos, como una toma de postura por parte de los líderes, de los dueños de los medios de comunicación, de los gobernantes incluyendo al Presidente de la República, a los presidentes del Congreso, etc. Y que estos pronunciamientos no se queden en eso sino que se reproduzca en acciones concretas para que prevenir estos incidentes, para que haya un real acceso a la justicia.

Tenemos que ver cada uno en donde están nuestras responsabilidades, que no es solo el que mata y viola a las mujeres, es un problema de toda la sociedad, así como también, debemos ver que es lo que estamos fomentando como elementos culturales, para no seguir con este caldo de cultivo que genera más violencia de género contra las mujeres y de minorías sexuales, porque realmente seguimos haciendo una “apología de violencia, y eso tiene que parar”, concluye la entrevista Carlos Javier Echarri.