El proceso electoral 2018, que legalmente comenzó este 8 de septiembre, será el más competido y, por  lo mismo, controvertido de los que se han desarrollado en nuestro país durante las últimas décadas. Estarán en juego 3,236 cargos de elección popular en 30 entidades, incluyendo el cambio de presidente de la república. Esto necesariamente traerá consigo una gran cantidad de retos, tanto para la autoridad electoral, los partidos políticos, la clase política y la sociedad en general.

En el caso específico de los partidos, este proceso representa la gran oportunidad para que, a través de nuestros candidatos, estemos a la altura de las circunstancias y demos una nueva cara hacia la ciudadanía. Es decir, el periodo electoral del año próximo debe ser el contexto idóneo para que los candidatos privilegien las propuestas y proyectos sobre las descalificaciones; que las buenas ideas sean el eje de sus campañas y no que estas se conviertan en vulgares batallas campales donde los dimes y diretes, las ofensas, y las acusaciones sin sustento sean el pan de cada día. Este fenómeno que se ha convertido en sistemático de cada proceso electoral ya hartó a la ciudadanía.

Los partidos políticos y nuestros candidatos debemos estar conscientes de que el año entrante enfrentaremos una sociedad en lo general insatisfecha, condición provocada por varios factores, entre los que destacan la crisis económica, el aumento de la inseguridad y el descontento social.

Estadísticamente, 51 por ciento de los mexicanos no se siente cercano a ningún partido político y únicamente 17 por ciento se cree muy cercano a uno. La gente considera que los partidos se alejaron de la ciudadanía, que empoderaron a las cúpulas y el ciudadano se quedó fuera. Es decir, los institutos políticos debemos actuar en consecuencia para revertir esta tendencia ciudadana de insatisfacción e inconformidad con los partidos y este proceso que inicia es la oportunidad para hacerlo.

Por el lado de la autoridad electoral, también el panorama que se avizora es preocupante. En este sentido, cabe resaltar que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) prevé recibir 50 mil juicios con motivo de controversias electorales durante el proceso 2018. Este panorama demandará una autoridad electoral fortalecida y con la autonomía necesaria para garantizar certeza, imparcialidad y objetividad al proceso. Pero también se necesita que los actores políticos asumamos el compromiso de respetar las decisiones de las instituciones electorales.

Desde luego que en cualquier proceso electoral, ya sea municipal, estatal o federal, la controversia, la discusión y la confrontación de ideas, proyectos y planes de gobierno son el método principal para llegar a convencer a la ciudadanía para que voten por tal o cual instituto político y sus candidatos. Pero hay que tener muy presente que en los procesos electorales, verdaderamente democráticos y desarrollados, como el que sería ideal tener este 2018, se deben erradicar por completo los ataques mezquinos y privilegiar la crítica con argumentos, la discusión civilizada, la inclusión de formas distintas de pensar, pero nunca el ataque sin pruebas y hacer de la arena electoral un escenario proclive a la descalificación personal.

Nuestra democracia, con todos sus problemas, defectos y vacíos, sigue siendo el sistema político que la mayoría de los mexicanos hemos construido para tener mejores gobiernos cada vez. Ha costado mucho esfuerzo  y aunque aún falta para consolidarla, estamos seguros de que vamos por el camino correcto para lograrlo.

En este sentido, el proceso electoral 2018 es la oportunidad para que los partidos políticos nos sumemos al esfuerzo de consolidar nuestra democracia y que la ciudadanía revierta la imagen que tiene de nosotros. Es momento para que la clase política y los institutos políticos aprovechemos para lograr construir una nueva cultura política y electoral en México.

Secretario General del Partido Verde Ecologista en la Ciudad de México.