La Ciudad de México fue afectada por un terremoto de 7.1 grados en la escala de Richter el miércoles 19 de septiembre, a las 13:14 horas, a sólo poco más de dos horas del inicio del simulacro que se efectuó con motivo del 32 aniversario del devastador terremoto de 1985. Este último fue de 8.1 grados en la misma escala.

Un terremoto de este nivel deja claro el estado de indefensión y altísima vulnerabilidad del ser humano y de la sociedad en su conjunto frente a los fenómenos naturales. Al contrario de lo que sucede frente a otros eventos extremos de la naturaleza, como los huracanes, ciclones y sequias cuya intensidad extrema registrada en los últimos años se puede deber al cambio climático de origen antropocéntrico, en el caso de los terremotos no hay causalidad humana. La ciencia y la tecnología no cuenta aún con medios para poder predecir o anticipar los mismos.

Este terremoto del martes 19 de septiembre nos hizo recordar, a los que vivimos el de 1985 en la Ciudad de México, no solo la tragedia, sino las consecuencias políticas y sociales del mismo. En 1985 México vivía el presidencialismo centralista que concentraba casi todo el poder político. La división de poderes y el federalismo eran en la práctica letra muerta.

La Ciudad de México, entonces el Distrito Federal, sede de los poderes federales, era gobernada por el Presidente de la República a través del Jefe del Departamento del Distrito Federal. Frente al terremoto de 1985, la reacción de la sociedad civil de la Ciudad de México fue de una profunda solidaridad y madurez lo cual resaltó profundamente frente a la torpe e incompetente reacción de las autoridades federales.

Resalta la extraordinaria soberbia del funcionario que minutos después del terremoto declaró que México agradecía las ofertas de ayuda de otros países pero que no eran necesarias. La lección del terremoto de 1985 fue la de que la sociedad civil se dio cuenta de que podía salir adelante sola, sin necesidad de la estructura político-administrativa del momento. Se dio cuenta que estaba muy por encima de la misma.

Desde 1985 a la fecha se han registrado muchísimos cambios institucionales en la estructura política del país. Pero persiste la percepción de que nuevamente existe una creciente distancia entre la clase política y el ciudadano consciente, trabajador, productivo y solidario. De nuevo, la lección es que si bien México cuenta con una clase política deplorable, también tiene una sociedad civil vigorosa, que es la que impulsa los cambios institucionales, que es la protagonista de la productividad y la competitividad del país. Esta sociedad civil es la que ha impulsado los cambios institucionales, como el combate contra la corrupción y la impunidad.

Esta lucha contra la corrupción y la impunidad la protagonizan ciudadanos ejemplares a pesar de la resistencia de una clase política decidida a conservar sus privilegios; ilegítimo su abuso del poder y, sobre todo, su impunidad.

México enfrenta grandes retos y riesgos enormes en todos los órdenes, como nunca antes en muchas décadas. Pero también tiene una sociedad consciente que esta construyendo un mejor país, que está dispuesta a afrontar la compleja problemática de México y de su inserción en la globalidad. Esa es la buen noticia, la de que México puede enfrentar todos los retos que se le presenten gracias a su sociedad.