Por Paulina Figueroa
Video y fotografía / Mónica Cervantes

 

 

El sismo de 7.1 grados Richter que sacudió la CDMX y otras ciudades del país desenterró ese miedo cerval del temblor de 1985. Se agravó la aparente quietud 32 años después. La gente una vez más exhibió a las autoridades y fue solidaria con los familiares de los muertos y damnificados. ¿Qué hacer con tanta angustia acumulada? Miguel Ángel Mancera, jefe de gobierno, asegura que tardará 5 o 7 años la reconstrucción de una ciudad que ya no será la misma, que nos cambió una vez más. El tiempo fluye, el espacio persiste. Aquí te presentamos siete retratos de personas que sobreviven a la tragedia. Allí están en albergues, en las calles, cuidando sus casas destruidas o apunto de colapsar. El camino entre cascajo, polvo y muerte es el de todos.

 

 

El terremoto fue un chingadazo

Un jalón canceló la intervención de Rosa Díaz. Era la tarde del martes 19 de septiembre, y Rosa ofrecía un curso de química cuando un sismo de magnitud de 7.1 con epicentro en Morelos sacudió a la Ciudad de México. A pesar de que la red telefónica se saturó y el internet funcionaba de manera intermitente, logró comunicarse con David Garza, su pareja sentimental. “Sólo fue el susto, estoy bien”, respondió. A través de Twitter se dio cuenta que la situación, hasta ese momento, no era grave.

El segundo piso del edificio 1-C del Multifamiliar de Tlalpan, de la CDMX, se había convertido en el hogar de Rosa y David desde hace tres años, a pesar de haberlo adquirido casi dos décadas atrás. David se encontraba en su trabajo, que se ubica al otro lado de la ciudad. Todo era un caos. Los semáforos dejaron de funcionar.

El sonido de los helicópteros y las sirenas de los bomberos pusieron nerviosa a la mujer de 50 años mientras caminaba por Calzada de Tlalpan. La gente corría por todas partes. El pánico se percibía en sus rostros. Una torre se había desmoronado. Nueve personas perdieron la vida. Rosa se quedó fría. Su patrimonio se convirtió en ruinas de la noche a la mañana.

David recibió la llamada más aterradora. El trayecto cotidiano casa-empleo fue el más largo de su vida. Los cinco pisos del edificio en donde se encontraba su departamento eran escombros. Agradeció estar vivo.

Desde el momento del siniestro, la pareja se refugió en la casa del hermano de Rosa. Un lugar ajeno se convirtió en su hogar. Hasta ahora no han comido ni dormido bien. Están desesperados. La insensibilidad por parte de sus jefes les ha impedido estar las 24 horas en las labores de rescate. Si quieren faltar, les descontarán sus días de vacaciones. Por momentos, las autoridades dejan a un lado la búsqueda. Es un “suplicio” exigir que no se detengan, asegura Rosa.

La altura de un departamento es de 2.30 metros, y la propiedad de la familia Garza Díaz quedó del tamaño de una botella. Muebles y electrodomésticos terminaron hechos polvo. La pareja exige que se les dé un trato digno a sus pertenecías. La angustia los invade. La incertidumbre crece al paso de los días. Las autoridades no responden y la ayuda del gobierno llega a cuenta gotas.

El pasado 19 de agosto, el Multifamiliar cumplió 60 años de vida, es un enorme complejo habitacional compuesto por 10 edificios. En ellos habitaban 500 familias. El edificio 1-C, en donde vivían 40 familias, fue el único que se derrumbó dejando atrapadas a 19 personas. Al menos 79 están a salvo.

Recordar el 19S será muy triste, ya que fue “un chingadazo a la mente y al cuerpo”, relata Rosa. Los novios esperan muy pronto poder darle vuelta a la página y continuar con sus vidas.

 

Más fuerte que el 85

El temblor de 8.1 en escala de Richter de 1985 no se puede comparar a lo que se sintió la tarde del martes, asegura Blanca Estela Gómez, quien lleva viviendo 35 años en el #118 del Multifamiliar de Tlalpan norte, torre que resultó con daños severos. Platicaba por el balcón de su casa cuando sintió un jalón que le impidió salir a ella y a sus tres hijos. Vidrios rotos por todos lados. La oscuridad se hizo presente.

“¡Apaguen el gas!”, gritó desesperada. Nadie le hizo caso. La verdadera emergencia se encontraba a escasos metros de distancia. En un campamento improvisado, al frente de su casa, se encuentra Blanca y sus vecinas. Están a la espera del veredicto de Protección Civil. Desde que sucedió el terremoto, Blanca y cientos de familias no han podido acceder a sus departamentos.

A pesar de recibir ayuda psicológica, Blanca se ha reservado sus miedos y sentimientos. No quiere recordar aquel día en donde 369 personas perdieron la vida.

 

 

En Villa Coapa no pasa nada

El departamento #101 de la familia Domínguez estaba vacío la tarde en que el sismo dejó sin hogar a miles de mexicanos. Un retraso en el trasporte público provocó que la hija de 12 años de Verónica Domínguez Acuña no llegara a la hora de siempre: 13:10 hrs. La adolescente llegó minutos después de que el sismo perforó su casa. Minutos más tarde lo hizo el menor de la familia. Tomaron el teléfono y trataron de explicarle a su madre la situación que estaban viviendo. La mala señal impidió que Verónica conociera el terrible escenario.

Su mascota se encontraba en el departamento. La desesperación de los menores hizo que el hermano de Verónica se metiera por la perrita sin medir las consecuencias. La adrenalina estaba al máximo. Salieron sanos y salvos.

La ruta 50 dejó de dar servicio. Verónica caminó varios kilómetros para llegar a su casa. “Por fin podré abrazar a mis hijos”, pasaba por la mente de la mujer de 48 años. La tragedia frente a ella. Su dormitorio lo podía ver cualquier transeúnte. El sismo derribó las paredes de su casa.

La madre soltera llora a escondidas de sus hijos. Se olvida de sus emociones. “Tengo que darles seguridad y fortaleza”. Verónica trabaja en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y ha recibido gran apoyo desde que la tragedia inició. Actualmente, vive con su hermano y su cuñada, quienes han sido su soporte para poder afrontar la realidad.

Verónica no se detiene durante el día. Mientras su familia cuida a sus hijos, reparte su tiempo entre el INAH y las juntas que se realizan para determinar el futuro del edificio. Continúa digiriendo la desgracia. En Villa Coapa jamás pasaba nada. Fue devastador saber lo contrario.

“El 19 de septiembre nos cambió la vida y nos puso una prueba muy fuerte”. Verónica espera que su vida termine de dar los 180º restantes para volver a comenzar.

Izq. Verónica Domínguez Acuña. Derecha. Remedios Alba

 

Escena de guerra

Remedios Alba encabeza a una las 24 familias que habitaban Canal de Miramontes 3010, edificio que será demolido por los fuertes daños que provocó el terremoto del pasado

19S.

Pidió perdón a Dios. El fuerte movimiento que sintió en el departamento #304, le hizo sentir que no la “libraba”. Remedios jamás salía de su casa durante un temblor, era una regla no escrita. El martes 19 no fue la excepción.

Los platos comenzaron a caer, el refrigerador se abría y cerraba. Los fuertes movimientos paralizaron a la mujer de 56 años. Rezó para que se encontraran bien su hermana y su hija con quienes vivía.

Remedios salió de su hogar y se encontró con una escena de guerra: pedazos de pared invadieron las escaleras, grandes hoyos en los muros dejaban ver el interior de los departamentos. Entró en shock. El primer piso fue el más dañado. Desde la calle se observan los enormes agujeros que dejan al descubierto los muebles y objetos de las familias.

Desde hace 15 años, Remedios es viuda. Su esposo murió cuando su hija tenía tan sólo 7 años. Asumió el papel de ser madre soltera y sacó adelante a su pequeña. Habitó por tres décadas el inmueble del que ahora sólo quedan restos.

Remedios es distribuidora independiente y ofrece capacitación a dos empresas, por lo que está segura que con trabajo y esfuerzo podrá salir adelante. “Resurgir de entre la cenizas, como el Ave Fénix”.

 

5 segundos después

Vivir con una “madre miedosa” hizo que Jazmín García tuviera a la mano una mochila con papeles importantes y un poco de dinero. La maleta iba con ellas el 19S.

Jazmín terminó con las labores domésticas, esperaba la orden de su madre para comenzar a desayunar. La mesa estaba puesta. Las lámparas colgantes fueron el preludio. Estaba temblando. La alarma sísmica sonó 5 segundos después. La madre de Jazmín intentó salir a prisa, los movimientos comenzaron a ser más fuertes. Cayó en la entrada de la puerta principal. Era como si un taladro gigante pasara por debajo de la tierra. La mayoría de los vecinos quedaron atrapados en sus casas y en las escaleras. Después de unos minutos, Jazmín salió al parque del Multifamiliar de Tlalpan donde ha vivido toda su vida.

Jazmín tuvo la oportunidad de entrar al departamento 13- 216 para sacar algunas cosas. La vivienda no presentó daños aparentes. Permanece a la espera del dictamen de Protección Civil. El comedor quedó destrozado junto con las copas que pertenecían a su abuela. El tesoro familiar.

 

Pérdida total

Alejandro Enrique Velázquez Ballesteros tenía tan sólo un año de edad cuando llegó al edificio 3B- 129 del Multifamiliar de Tlalpan, eso le permitió estrechar grandes lazos con los vecinos.

La tarde del 19S, Alejandro se encontraba en su habitación viendo una película a lado de su hermana. El movimiento brusco de la cama le hizo pensar en salir del cuarto y subir a la azotea, como siempre lo hacía durante un temblor. Una nube de polvo lo cegó y le impidió huir. Minutos después de la sacudida, Alejandro actuó con rapidez y sacó a las abuelas de sus amigos.

Metros adelante entendió la magnitud de lo que había percibido en su recamara. La gente gritaba que un edificio había caído. Decenas de vecinos habían quedado atrapados. Estaba asombrado.

En una de las construcciones que fue declarada como perdida total vivía el joven de 19 años junto con su hermana, su mamá y padrastro. Su casa presentó una grieta de par a par. Todo explotó. “Las canchas” se convirtieron en su nuevo hogar.

El joven parrillero prefiere no recordar ese día en donde una niña de 6 años y un niño de 11 perdieron la vida. Los hermanos eran hijos de su mejor amigo. Alejandro conocía a la gran mayoría de las personas que fallecieron en el edificio que se convirtió en cascajo.

Formó parte de la brigada “Tlacoaches”, quien se encargó del rescate de cuerpos en el edificio de Álvaro Obregón 286.

Alejandro Enrique Velázquez Ballesteros

 

Puros recuerdos

Rodalirio Díaz Illescas y Susana Gutiérrez Valdez habían dejado atrás el Superama que frecuentaban. Con las bolsas del supermercado caminaron sobre Canal de Miramontes hacía su hogar. El sismo no los tomó por sorpresa porque la alarma sísmica los previno. No hubo tiempo de correr. Permanecieron sobre la avenida esperando a que el fuerte movimiento terminara. Retomaron la caminata, todo parecía estar “normal”.

Un despliegue de patrullas llegó a Miramontes 3010. El departamento 203, en que habitó el matrimonio por 35 años, quedó deshecho tras el sismo. Rodalirio y Susana no sabían que sería de ellos en las próximas horas. Continúan sin saberlo. Sólo se quedaron con las llaves de su antiguo hogar. “Nos queda el puro recuerdo”, alcanza a decir entre lágrimas Rodalirio.

Susana de 68 años de edad reconoció la labor que realizaron los negocios del barrio. Por comida no pararon. Durante una semana recibieron desayuno, comida y cenas gratis.

El 3 de octubre, Protección Civil les notificó que el edificio tenía que ser demolido. ¿Quién lo va a hacer?, se preguntó el señor de 79 años. Aún no hay fecha estimada. La pareja, la cual se casó por bienes mancomunados, exige que se les construya en el mismo lugar. No quieren los mencionados microcréditos.

La vida tiene que continuar. A pesar de haber perdido todo, los vecinos de Villa Coapa tuvieron que regresar a sus trabajos. A algunos no les pagaron la quincena porque faltaron muchos días. Otros más perdieron su plaza.

Rodalirio y Susana viven con su hijo, quien se encontraba trabajando ese fatídico martes.

 

 

El gran reto

Antonio Paz Martínez, líder de Campamentos Unidos, conversó para Siempre! sobre la Asociación que fundó tras el terremoto de 1985, debido a la nula respuesta del gobierno de Miguel de la Madrid frente a los miles de damnificados.

Campamentos Unidos se encargó de la auto-reconstrucción de más de 600 vecindades en diversas colonias de la Ciudad de México como la Morelos, Guerrero, Buenavista, Atlampa y Centro.

“Hoy podemos hacer vivienda mucho más agradable para la gente, en el entorno en donde vive, con espacio suficiente para que las personas puedan cumplir con sus funciones vitales. Es el gran reto. En 1985 lo pudimos hacer y podemos hacerlo otra vez, siempre y cuando el gobierno dé las directrices de lo que en este momento está haciendo falta. Es necesario que den un financiamiento y no todo sea créditos porque las grandes inmobiliarias están ligadas al gobierno”.

Destacó que la gran diferencia entre 1985 y el 19-S es que hace 32 años el gobierno sacó al Ejército para controlar no para ayudar. “En esta ocasión fue fundamental la labor de los militares y tuvieron otra actitud. México demostró ser una nación solidaria y espero no se pierda”.

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