La autoperpetuación de la situación de endeudamiento como única instancia realista de ahorro. Zygmunt Bauman

 

Mientras que para miles de damnificados los daños sufridos son la suma de irresponsabilidades gubernamentales, empresariales y naturales, para el gobierno del Dr. Miguel Ángel Mancera todo se centra en “los desafortunados sucesos” acaecidos el 19 de septiembre como los únicos generadores de la situación de emergencia, y, por tanto, el  fundamento de la presentación de su iniciativa de “ley del Programa para la Reconstrucción, Recuperación y Transformación de la Ciudad de México en una CDMX (sic) cada vez más Resiliente”, carece de sustento real.

 Para no variar, no tienen cabida la participación ciudadana, el acompañamiento social o cualquier forma de democratización de su programa; así lo acredita esta iniciativa que, consecuentemente, promueve que los damnificados tienen la gran oportunidad de insertarse de lleno en el maravilloso mundo de los deudores, al proponerles un esquema financiero de reconstrucción al que bien podemos denominar “agiotaje rosa”, en concordancia con el emblemático color de su administración y con su práctica especulativa.

 Ofertando la “mezcla de aportaciones” entre recursos del Fonden federal y de los instrumentos locales, equivalentes a 4 pesos por metro cuadrado de construcción, sumados a un crédito “blando” de hasta 2 millones de pesos por vivienda, cuyos intereses serán el “único pago” que hará el afectado a lo largo de 20 años, pretenden restituir la vivienda en el lugar y con las dimensiones originales.

Lo que no se dice es que el propietario aporta el suelo o el indiviso de suelo que le corresponde y autoriza al gobierno a determinar la redensificación que garantice un negocio atractivo al inversionista, por ejemplo: si se trata de un edificio de cuatro pisos con diez departamentos, los perjudicados acceden a que se construyan cuatro pisos adicionales y otros diez departamentos que el constructor pondrá a la venta a precios comerciales para resarcir el pago de la reconstrucción de las viviendas originales dañadas por el sismo o por la indolencia y corrupción de la administración pública.

Tan escabroso proceso de reconstrucción acredita el abandono a las leyes del mercado en la tragedia de miles de buenos contribuyentes que, por regla general, pagan sus impuestos y contribuciones puntualmente y a los que ahora se deja a plena merced de la usurocracia, ese lastre histórico que provocó la “Iura de la plebe”, en la Roma Antigua, rebelión popular en contra del agiotaje que imperaba en aquella república.

En tiempos modernos y gracias al retraimiento del Estado en prejuicio de los pueblos, el agio actual ha creado lo que el sociólogo polaco Zygmunt Bauman definió como la “autoperpetuación del endeudamiento”, que en el dramático caso de nuestros damnificados pareciera ser la única opción viable para recuperar los ahorros de su vida, invertidos en la casa abatida por un sismo y por la insensibilidad de sus gobernantes, pagados por el pueblo.