La tragedia es que tantos tengan ambición y tan pocos tengan capacidad. William Feather

A nadie debió sorprender la renuncia a su militancia panista de la señora Margarita Zavala, pues en alguna entrevista dijo a Joaquín López Dóriga que “como fuera, ella estaría en la boleta de la elección presidencial del 1 de julio de 2018”.

Esa renuncia ha producido reacciones diversas y ha desatado una avalancha de hipótesis y hasta encuestas al bote pronto, las cuales mostraron resultados contradictorios, pero afirmaron que no se afectan las posibilidades de triunfo del Frente Ciudadano por México.

Los dirigentes de los partidos integrantes de la triada no se mostraron preocupados, aunque, debe decirse, es inocultable la satisfacción del dirigente nacional del PAN y sus aliados, dentro y fuera del partido.

Calculadamente, el queretano Ricardo Anaya, con la seguridad que le da tener el control de la estructura panista, dejó transcurrir unos días para poner en marcha un tour mediático en el cual, en estricto rigor, puso en marcha una campaña para minimizar los efectos negativos de la renuncia de la señora Zavala.

Alegó haber “hecho hasta lo imposible” para convencerla de ser paciente y lamentó “no poderla convencer”, pero enseguida atribuyó a una campaña negativa emprendida por el PRI: “Están desesperados porque están en el tercer lugar”, dijo.

Así, sin decirlo claramente, vinculó la renuncia de la señora Margarita Zavala con la campaña que, asegura, desde hace tiempo ha montado el PRI en contra del señor Anaya.

Y, ya sin recato, dedicó la mayor parte del tiempo de sus entrevistas a denunciar la falsedad de las denuncias periodísticas en su contra. Un esfuerzo para limpiar la imagen manchada por el escándalo que estalló un diario capitalino. Dio sus argumentos y mostró documentos y reveló que ya demandó al medio de comunicación.

En estricto rigor, la renuncia de la señora Margarita Zavala y el alejamiento de algunos de sus aliados son apenas la culminación de la paciente tarea iniciada por Ricardo Anaya desde que ocupó la dirigencia nacional del PAN, auspiciado por Gustavo Madero.

Implacablemente se apoderó del control de la mayoría de los comités estatales y de los órganos de dirección del PAN e hizo de la estructura del partido su instrumento para satisfacer la ambición de ser el candidato presidencial del blanquiazul.

Para pavimentarse el camino convenció al agonizante PRD y al siempre oportunista Movimiento Ciudadano para formar un Frente con miras a ir coaligados a la elección presidencial.

Tanto los perredistas como el partido de Dante Delgado saben que el fuerte en ese Frente es el PAN, lo cual le permite a Ricardo Anaya hacer negociaciones para convertirse en candidato presidencial.

El rompimiento con los calderonistas y los no calderonistas le acercó más su objetivo, a su ambicionada candidatura presidencial.

Se queja de intrigas del PRI. Olvida que así es la política en elecciones presidenciales, implacablemente despiadada. Y que, una vez lograda su ambición de ser candidato a la Presidencia, será puesto a prueba por los ataques priistas y los inminentes lanzados de Andrés Manuel López Obrador.

Y será entonces cuando Ricardo Anaya habrá de probar a todos, a los propios y a los ajenos, de qué está hecho.

jfonseca@cafepolÌtico.com

@cafepolitico