“Este hombre modesto era un artesano magistral, un pintor excelente”, de esa manera Juan O’Gorman describía a principios de los 70 a aquel hombre apodado “El Corcito” por su parecido a un torero de principios del siglo XX, pero además describía acertadamente la vida y obra de Antonio Ruiz, el pintor mexicano que no sólo documento escenas chuscas que denotan la enorme diversidad social en México, si no además las narraciones visuales de ese silencioso creador, que sigue perdurando en el arte mexicano.

“Su obra fue la de un artista irónico, irreverente y versátil que dominó la perspectiva, un crítico de la modernidad y del muralismo mexicano, agudo observador de las calles de la Ciudad de México”, hoy así lo califica la historiadora de arte Rita Eder, quien presentó el libro Narraciones: pequeñas historias y grandes relatos en la pintura de Antonio Ruiz, El Corcito.

El volumen editado por publicaciones de la UNAM, asegura su autora en una entrevista para el diario Excélsior, ofrece un recorrido por el primer estudio exhaustivo de cuatro pinturas representativas del pintor mexicano: México 1935, Verano (1937), un cuento que muestra el singular estilo realista que “El Corcito” supo elaborar, donde habitan simultáneamente y sabiamente la precisión del detalle formal y anecdótico junto a una clara capacidad de síntesis. Así como El sueño de la Malinche (1939) y Ptolemaeus y Copernicus (1949).

Rita Eder, autora del libro "Narraciones" editado por la UNAM.

Rita Eder, autora del libro Narraciones

La también investigadora por el Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) , asevera que el artista multifacético, a través de su pintura, en su mayoría de pequeño formato, fue un fuerte crítico no sólo de los movimientos artísticos de su época, como el muralismo, sino también de los personajes populares e intelectuales y los acontecimientos sociales, los cuales retrataba con un particular humor sarcástico.

Añade que “El Corcito” siempre tuvo una visón crítica respecto de lo que ocurría en ese momento, que no estuvo envuelta en el relato, más bien, hacia grandes relatos a través de pequeñas historias.

“Su manejo del color y de la composición integran una complejidad de estructuras y tradiciones. A primera vista se trata de la continuidad del arte popular y costumbrista mexicano, de semiminiaturas que parecen retablos, realizados dentro de una tonalidad parda a la vez que colorida”.

En el volumen encontraremos una perspectiva crítica y compleja que se muestra en el ingenio para poner en imágenes, la distancia entre su obra y los discursos visuales hegemónicos ligados a la política social.

“Si las obras de Antonio Ruiz conmovieron en el tiempo en que fueron pintadas, hoy, su vigencia se acrecienta al final de las utopías”.