Cuando Carlos Velázquez escribió La Biblia Vaquera en el 2008, fue de alguna manera “fácil y divertido”, pues se trataba de una recopilación de cuentos con un ritmo súper potente y sintético, todo sustancial, sin paja, en donde no te repones de una puntada, porque luego viene la siguiente, súper poderoso, vertiginoso y fluido. Sin embargo, después de ello, el narrador coahuilense se topó con una necesidad casi de formación: incursionar en el mundo de la novela. A pesar de su entusiasmo, la experiencia resultó bastante más difícil de lo que esperaba.

“Después de la publicación de El karma de vivir al norte, libro de crónica, todos me dijeron: ‘ya tienes que ser un hombre y publicar una novela’, entonces me enfrasqué en la escritura de una novela que se salió de control y que, por mi tonta ambición, se empantanó”, explicó durante una entrevista para el diario Reforma.

Para volver a recobrar la diversión, por la cual se adentró en el mundo de la literatura, incluso como un método de curación, Carlos Velázquez vuelve a los anaqueles con La efeba salvaje. Su nueva obra, editada por Sexto Piso, se conforma por seis relatos en que Velázquez libera su potencial literario  a través de sus tópicos predilectos, el humor negro, el inframundo y los personajes hardcore.

“Los temas están muy cercanos a La marrana: está mi preocupación con la muerte, mi obsesión por la obesidad y el miedo a la paternidad”.

Dentro de La efeba salvaje, encontraremos 140 páginas de un retorcido pero interesante mundo en que las referencias a Woody Allen se mezclan con historias de fantasmas y  amores tortuosos.  Estamos frente a un autor que resulta, a orgullo suyo, inclasificable.

“Una de las razones por las que nunca he querido que se me asocie, o se me encasille, como un escritor norteño, es porque, precisamente, creo que la literatura no debe de ceñirse a una geografía específica”.

Carlos Velázquez nació en Torreón, Coahuila, en 1978. Entre sus obras más importantes se encuentran El karma de vivir en el norte (2013) y La marrana negra de la literatura rosa (2010).  Ha sido reconocido con el Premio Nacional de Cuento y Ensayo Magdalena Mondragón.