París, Francia. Después de su primera novela, Marranadas, Marie Darrieussecq (Bayona, Francia, 1969), explora en Nacimiento de los fantasmas (Anagrama), su más reciente publicación, una nueva forma de metamorfosis: cómo la desaparición del ser amado transforma hasta lo más profundo la química de los cuerpos. Retrato psicológico, minucioso y definitivo, en el que la dimensión del narrador-protagonista está compuesta de múltiples aristas, de lados oscuros y claros, de esa contradicción que componen las almas. Con el paso del tiempo se convirtió en una figura de la literatura francesa. Truismes fue finalista del Premio Goncourt de 1999. Esta novela fue traducida a más de 30 idiomas, entre ellos el español, apareciendo publicada en España bajo el título de Marranadas y en Latinoamérica como Chanchadas. Desde entonces se ha dedicado profesionalmente a la escritura habiendo publicado más de una docena de novelas, de las que varias han sido también traducidas al español. Entre de sus novelas sobresalen: Le mal de mer, 1999 (Respirando bajo el agua, 2001); Précisions sur les vagues, 1999; La plage, 2000, Bref séjour chez les vivants, 2001; Le Bébé, 2002 (El bebé, 2004); White, 2003, Claire dans la forêt, 2004; Le Pays, 2005; Zoo, 2006; Tom est mort, 2007 (Tom ha muerto, 2008); entre otras.

—En esta novela el personaje femenino se libera del fantasma de un marido ausente, ¿podría ser una historia personal?

—En cierta forma, sí. Escribí El nacimiento de los fantasmas antes de separarme. Pero como los niños, narro lo peor para que no me ocurra. Ahora, creo que desde que publiqué Marranadas, mi vida cambió. Esta es la historia de la angustia de una mujer de treinta años que ve un buen día cómo su marido se va a comprar el pan.

¿Hay exploraciones humanas y personales en su reciente propuesta literaria?

—Escribo del paso de la adolescencia a la edad adulta. Cuando se toma conciencia de que uno es uno y de que nadie puede darte lo que te falta, quiere decir que estamos del otro lado. No quiero que suene al nuevo concepto de feminismo, pero mi personaje busca ser una mujer independiente, conquistar un mundo propio, donde solo tenga dos opciones: morirse o vivir, y nadie muere de amores. Me interesa también la gente que ve el mundo como si fuera la primera vez, y esa es la mirada de la protagonista.

¿Cree que el personaje se separa por aburrimiento o es un simple capricho de la historia?

—No creo que existan los caprichos en la literatura, y menos en la novela. Las mujeres estamos muy acostumbradas a pensar de una forma psicológica de tanto leer prensa femenina. Y conste que vengo de una sociedad francesa muy conservadora. Yo me siento sola desde muy pequeña, soy hija única. Pero hay que comprender que siempre estás sola y que tampoco es una tragedia.

—¿Cuáles serían esos temas urgentes de nuestra sociedad que nos reprocha su protagonista?

—Guerra, fascismo, sexo y comunicación. La guerra que ahora nos toca en Europa, cuyos errores se remontan a décadas, cuando en Francia, por ejemplo, aceptamos la idea de una Croacia independiente. El fascismo tiene raíces profundas en nuestro continente y no nos vamos a librar de él, pero siento que somos capaces de controlarlo. El problema está en países como China o Rusia, donde son muchos los nacionalistas a ultranza. El nacionalismo es la respuesta más fácil a los problemas de un pueblo.

¿Y qué hay en la sociedad del primer mundo en cuanto al sexo y la comunicación?

—En España, por ejemplo, si se habla tanto de sexo es porque le tienen mucho miedo. Nos obliga a tomar decisiones, saber lo que nos gusta. Cada persona está sola frente a su sexo y ésa es una gran aventura. No hay recetas y eso asusta. Cuanto más se habla de sexo menos se dice. Con respecto a la comunicación, hay que entender y contestar. El nuevo invento, internet, es como una muchedumbre que hace mucho ruido y yo no oigo nada.

¿Cómo surgen los fantasmas de una literatura plástica más que caótica?

—Nacen de los secretos, de lo que no se dice en una familia, una pareja o una sociedad. Hay que mostrar eso de otra manera, con el mar, fantasmas, animales, paredes que se mueven… Me parece más eficaz que el realismo. De todas formas, no me gusta la palabra dolor aplicada .aHibro, es. mejor “Hablar de ‘angustia’”, que puede ser algo muy excitante porque te pone las neuronas en funcionamiento, es como si te tomaras una droga. Me resisto a que desaparezcan mis fantasmas de la adolescencia, porque hacerse adulto es pactar con ellos, mantenerlos a distancia sin abandonarlos.

¿Entonces por qué caer en novelas psicológicas?

—Es que las novelas con tintes psicológicos ya se escribieron muy bien en el siglo XIX. Es más fácil explicar cómo las cosas cambian físicamente, cómo se mueven como si nos hubiéramos tomado un tripi. Si un adulto no ve cómo se mueven las paredes, es que las mira con menos interés que cuando era niño. Tenemos una mirada demasiado práctica sobre las cosas.

¿Mucha imaginación o mucha poesía en sus narraciones?

—Yo sí veo ese tipo de cosas. He crecido rodeada de científicos conocedores de la física cuántica: esa gente te cuenta cómo este vaso de horchata puede realmente no estar aquí o que esas macetas de atrás pueden ser otra cosa y sólo convertirse en lo que parecen cuando poso mis ojos sobre ellas. La ciencia es muy poética. La imaginación también, por qué no pensarlo de esa forma. Eso es la literatura, para eso sirve leer, para liberarse.

miguelamunozpalos@prodigy.net.mx