Carlos de Sigüenza y Góngora nació el 15 de agosto en la Nueva España en 1645, su padre era el Preceptor del Príncipe Baltasar y sobrino de don Luis de Góngora, por lo que provenía de un noble linaje que se originó en la época de Isabel la Católica y nunca hizo alarde de su casta en ningún santiamén de su vida. Discordante, fue muy severo con los títulos reales, a lo largo de su vida alcanza ser Cosmógrafo Real, catedrático de matemáticas y capellán mayor de México entre tantas actitudes académicas. Como varón del siglo XVII don Carlos de Sigüenza y Góngora coexistió una ristra de sapiencias históricas, asimismo su manera de ver el universo quedó fijada por su propio hecho como americano. Durante el siglo XVII se abrió con más ímpetu el culto Guadalupano, se dieron a saber al dedillo —ha excepción de la imagen original— las primeras representaciones pintadas de la Virgen de Guadalupe, se compusieron las poesías, cánticos y sermones. El simbolismo cristiano se manifestó en la Nueva España.

El humanismo enciclopédico de don Sigüenza y Góngora se destaca en plenitud del siglo XVII, en el que coexistió una cadena de erudiciones históricas, para el año 1662 hizo sus votos simples. Esta gama de erudición la describe exactamente el profesor en Arte y Arqueología John Rupert Martin en su libro Barroco: “El siglo XVII, tiene un aspecto bifronte: es una época de extraordinarios progresos en la filosofía y en las ciencias, y de cambios arrolladores en el rubro económico y en la evolución del Estado moderno; pero es también una época caracterizada por continuas controversias teológicas, por una intensa preocupación por la experiencia religiosa personal y por un espíritu de providencialismo herrado del cristianismo anterior”.

Sigüenza y Góngora no pasa desapercibido por el movimiento de la Contrarreforma, cual debe reflexionar como la conciliación de la catolicidad a los nuevos entornos después de encadenadas crisis durante la Edad Media con énfasis de la Reforma Protestante. Es ahí cuando entra el nuevo culto Guadalupano agraciado para las nuevas expectativas de aquel momento histórico, pues fraguó diversos mensajes a grandes clases de la sociedad para ser desentrañados acorde con la posición que ocupaba cada individuo en una jerarquía social.

En cuanto el impulso del Guadalupanismo tuvo que ver con el pujante impulso de la orden Jesuita, el interés político religioso de los promotores de la Contrarreforma, es decir, el Estado Español y la Iglesia Romana, buscaron ciertos objetivos para afianzar el culto en complemento. Sigüenza y Góngora fue un hijo más de este lapso, la Contrarreforma grabó su ética y sus principios.

Su juventud arribaría con una pródiga esencia literaria, para ello lo demostró al escribir un poema dedicado a la Virgen de Guadalupe titulado Primavera Indiana, compuesto en setenta y nueve octavas, su forma de estilo es de una terminología absolutamente en retomar una conciencia que resaltó el propio autor como a otros hombres de su época, en específico sus ideas hispano-católicas; retomó la frase de uno de sus antecesores: Bernardo de Balbuena, cuyo poema Grandeza Mexicana apunta que México es un edén en la tierra el territorio de la perdurable primavera, otro punto cardinal, lo “indiano”, un término reservado al español americano de tal manera que aquel oasis se concebía como la “Patria” para Sigüenza y Góngora, significaba el “Alcanzar Patrio”, el que no es sólo un símbolo Guadalupano con lo mexicano sino fue más allá en tiempos posteriores, fue un estandarte en toda la nación. Primavera Indiana, estrofa xxv: “La mente sagrada que modera (o templa) en trono de querubes le destina/ (a México una) nueva forma sagrada, (una) celsitud divina del mundo breve/ (y una representación) aun (incluso como) las nubes volantes. La morada/ cristalina de luces te rinda glorias, pues subes amante, oh México, a ser solio/ preeminente, que (los) rayos del amor ardiente dora”.

Podemos leer indiscutibles fragmentos que da una idea de por qué la virgen Guadalupana eligió a la Nueva España sobre el resto de otras patrias para exhibir prodigioso favor celeste otorgado sólo a México. Estrofa XLIX: “María soy, de Dios omnipotente/ humilde Madre, Virgen soberana,/ antorcha, cuya luz indeficiente/ norte es lucido a la esperanza humana./ Ara fragante en templo reverente/ México erija donde fue profana/ morada de Plutón, cuyos horrores/ tala mi planta en tempestades de flores”.

Cabe hacer mención que no sólo en el rubro literario fue tratado sino también en el campo de los historiadores, como ejemplo de ello fue Jacques Lafaye que vio el “Milagro Guadalupano”, una revelación de formación de la cultura criolla. Estrofa XLVII: “Llega a afrontarse con el peñasco/ vasto Tepeyac, donde un concento/ suavemente ben metro armonioso/ tiene el alma suspensa al indio atento./ Extático el sentido, el deleitoso/ métrico coro investigó al momento,/ intento vano si del cielo nace/ que el eco solo entre malezas yace”.

Catarsis de plasticidad leemos adentro del poema, una beldad manifiesta en cada línea detalla estampas. Estrofa XXX: “Se exhala el sitio con fragancias bellas,/ si el campo vive con color suave,/ gozando en cada flor crespas centellas,/ que el cielo todo en Guadalupe cabe:/ mendigad de esta luz claras estrellas,/ que mejor que vosotras nadie sabe/ la luz, que el centro habita desde monte/ del mayor esplendor sacro remonte”.

El viaje inmóvil: Primavera Indiana de Carlos de Sigüenza y Góngora. Segunda versión, publicada en 1680. Estudio, prosificación y notas es un trabajo preciso muy necesario gracias a Víctor Manuel Mendiola, poeta, ensayista y editor del Tucán de Virginia.

Libro bucólico el que nos ocupa, lleva más de una década de investigación, rastreo; analizar los relevantes estudios críticos literarios en nuestras poéticas mexicanas. Contó con el apoyo-resguardo de los recintos en las bibliotecas José Luis Martínez y biblioteca de México José Vasconcelos, así como la Torre de Lulio, dicha investigación fue a cargo de los jóvenes investigadores Daniel Bañuelos y Jesús Gómez Morán; lecturas y comentarios a cargo de Rocío Cuesta, Luis Barjau, Rodrigo Martínez y María Elena Ruiz; también podemos apreciar la pintura y dibujos de Carmen Parra. Reitero que gracias a su fervor y pasión de Víctor Manuel Mendiola se muestra un libro noble para interesados en el tema académico, intelectual o el placer de tener exquisitas lecturas. El Viaje Inmóvil: Primavera Indiana de Carlos Sigüenza y Góngora El Tucán de Virginia, finales de 2016, Coedición: Universo Literario S. C/ Secretaría de Cultura que nuestro destacado ensayista se ha dado a la tarea de publicar, considerablemente documentada. También incluye versiones facsimilares. ¡Enhorabuena!

El impulso del Guadalupanismo tuvo que ver con el pujante impulso de la orden Jesuita, el interés político religioso de los promotores de la Contrarreforma, es decir, el Estado Español y la Iglesia Romana, buscaron ciertos objetivos para afianzar el culto en complemento. Sigüenza y Góngora fue un hijo más de este lapso, la Contrarreforma grabó su ética y sus principios.