Aunque la obra había sido ya estrenada en el año de 1994 de la mano del maestro Luciano Berio, ahora Víctor Rasgado ha vuelto a revivirla formalmente después de que tuviera una función en formato de concierto en la Ciudad de México. Basada en un cuento del mítico Llano en llamas  de Juan Rulfo, Anacleto Morones contiene una historia esencialmente mexicana que Rasgado sintetiza en el hecho de que presenta un personaje principal, Anacleto Morones,  “santero, curandero… como los que abundan en la República Mexicana y en muchos países de América Latina. Rulfo lo ubica en Amula; seguramente pensaba en San Juan Amula, pueblo entre los limites de Michoacán, Nayarit y Jalisco, zona cristera que fue importante en tu obra”.

A la par, el también compositor, destacó todos los simbolismos y temas que aborda el texto de Rulfo, tales como “la enfermedad, la muerte, la violencia, el sexo y el dinero a través de un lenguaje humorístico y muy mexicano”, además de que los diferentes personajes se enfrentan al transcurrir de la ópera debido a que “en determinados momentos la realidad y la fantasía se confunden, rasgo muy común en el lenguaje del escritor”.

Además de todos estos elementos Anacleto Morones, se escenifica musicalizada por una orquesta que define el carácter y naturaleza de cada uno de los protagonistas, pues las mujeres se encuentran acompañadas primordialmente por maderas y cuerdas y los estelares masculinos por percusiones y metales.

Víctor Rasgado explica que siempre trato de apegarse lo más posible a la creación original del autor de Pedro Páramo, es decir, respetó el estilo “rulfiano” para definir sus tópicos “con humorismo y sarcasmo”, son dejar de lado “la profunda crítica, que tal vez con la puesta en escena es mucho más cruda”.

Para finalizar, Rasgado lamentó que se la obra se presente una única vez y deba ser apreciada por televisión o fotografías y aseveró que “hay mucha ópera mexicana que merece ser más conocida, muchas obras nuevas que merecen ser estrenadas”.

El llano en llamas de Juan Rulfo fue publicado de manera oficial en 1953 por el Fondo de Cultura Económica, aunque había visto ya la luz en 1950 por medio de la revista América. Junto con Pedro Páramo y El Gallo de oro conforma el genial legado del reinventor de Comala.