La historia oficial mexicana horneada en bronces suele ser brutal, carece de un justo medio porque es maniqueista , solo se ve en blanco y negro. Dioses y demonios. La historia la han hecho con base en enfoques viscerales como lo dicta la ideología en nuestro país, es tajante porque así la han escrito sobre moldes positivistas para exaltar héroes, batallas y una serie de acontecimientos en muchos casos inciertos. Proliferación de mitos e historias que en muchos casos no se pueden probar, así se ha presentado nuestra historia a través de los años, muchos lo asumen como asunto dogmático. No se trata de refutar a priori pero sí de asumir una actitud crítica porque los grandes personajes de la historia fueron hombres de su tiempo, humanos que como tales registran máculas, nunca dioses.

Por ejemplo, las instituciones del Estado celebran el 16 de septiembre en conmemoración al grito que marca el inicio de la Guerra de Independencia a través de don Miguel Hidalgo y Costilla en 1810; no se festeja en la misma proporción la consumación de la gesta  el 27 de septiembre porque en ese año 1821 el principal caudillo fue Agustín de Iturbide.

Además, recién se festejó en Morelia el aniversario 252 del natalicio del Generalísimo José María Morelos y Pavón a quien no se le han reconocido lo suficiente las aportaciones que brindara en el diseño institucional del Estado mexicano; fue el primer insurgente que compartió una visión de futuro más allá de las arengas, proclamas o voluntarismo. Con el sacerdote y militar nacido en Valladolid parecieron replicar las ideas provenientes del Siglo de las Luces, la influencia de los pensadores franceses se hizo evidente. Fue el Siervo de la Nación quien dio forma al Congreso de Anáhuac. Se promulgó la Constitución de Apatzingán, además se creó al Tribunal de Ario.

Las primeras instituciones de lo que sería el Estado mexicano derivan del talento de Morelos y Pavón, el clérigo nicolaita que optó por la disciplina, a diferencia de Miguel Hidalgo proclive a las masas.  Tuvo sus defectos el hombre, sí, no se conoce un santo que haya estado presente en una revolución. Morelos fue padre de Juan Nepomuceno Almonte, quien décadas después pediría, junto a un grupo de notables conservadores, a Maximiliano ser emperador de México.

Otro nacido en lo que hoy es Morelia y antes Valladolid fue Agustín de Iturbide, el consumador de la independencia al que la historia de bronce condenó a los infiernos de manera sumarísima sin abogado defensor. Se argumenta que fue patrocinado por la Iglesia católica para lograr la Independencia, se presumen intrigas palaciegas en las que participaron la Güera Rodríguez y el abogado, a la vez sacerdote, Matías de Monteagudo, quien fue uno de los firmantes del Acta de Independencia del Imperio Mexicano. Agustín de Iturbide salió del país luego de confrontarse con los diputados, se acordó que le pagarían una pensión vitalicia que no fue más que una promesa. Regresó para cobrar lo acordado y fue fusilado sin las garantías de lo que hoy denominamos el debido proceso.

José María Morelos y Pavón diseñó la estructura del Estado mexicano, Agustín de Iturbide fue el consumador, ese es un dato duro porque lo demás es un asunto ideológico que despierta fobias y filias. La historia de bronce  no es sino una manera nada sutil de confeccionar un nuevo Olimpo en el que moran los dioses de origen profano.