¿Es posible llevar las reglas del ensayo al teatro? Sí, es posible y muy apasionante. En los recientes años, la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México me ha invitado a colaborar en el marco de la Feria Internacional del Libro del Zócalo con espectáculos al aire libre, en donde, a través del didactismo he podido aplicar las reglas del ensayo literario a la dramaturgia. En esta ocasión los autores homenajeados fueron Clarice Lispector (Brasil), Carson  McCullers (Estados Unidos), Malcolm Lowry (Gran Bretaña) y Bajo el volcán, y la cantautora chilena Violeta Parra. En su XVII edición la FIL del Zócalo tuvo como país invitado a Chile, patria de Violeta Parra, por lo que me pareció pertinente englobar el sentido del espectáculo bajo el título La ruta del alma tomando esta hermosa frase de la famosísima canción “Gracias a la vida”, que me permitió entresacar la voz primigenia de tres mujeres fundamentales del arte y la literatura del siglo XX, y de un escritor que marcó a la literatura de su tiempo; cuatro artistas en el cenit de su obra, vida y muerte. La ruta del alma es aquella marca en el camino de estos cuatro perfiles para entregarlos al público de manera directa y rescatando lo entrañable de cada uno en sus obras. Invitar al espectador a través de la lectura dramatizada era la tónica, complementada con la danza, obviamente la actuación y la música. En esta ocasión, contando con una guitarra en vivo. Hacer que los personajes hablen por sí mismos, que nos cuenten en primera persona sus biografías y el sentido de su obra no es cosa fácil, pues requiere de mucha pericia para sintetizar la información existente y hacerla dialogar entre los mismos actores, yendo del dato didáctico, al monólogo en primera persona y la encarnación de sus propios textos, poemas o pasajes de sus libros, pero haciéndolos interesantes para el público que pasea por la Feria y se detiene a ver el espectáculo que irrumpe en medio del bullicio. Dirigí y escribí el libreto.

En La ruta del alma dimos vida a Clarice Lispector (1920-1977), escritora brasileña de origen judío, que cultivó la narrativa, la poesía y el periodismo. Lispector murió víctima de cáncer de ovario. La búsqueda de la plenitud existencial y espiritual, a través del análisis autobiográfico, serán los rasgos propios de su literatura. Este año se celebran 40 años de su muerte. Hice hablar a Clarice Lispector, así: “… Cuando yo tenía diez años murió mi madre y entonces escribí mi primer trabajo, una obra teatral, por desgracia perdida. Puedo decir que fui escritora desde niña, pero mis escritos desconcertaban a los adultos que los leían; les parecían “anormales”, pues no describían más que sensaciones y no acciones. En 1939 entré a estudiar en la Facultad de Derecho, a la vez que escribía pequeñas colaboraciones para periódicos y revistas locales. Siempre tuve una fuerte voluntad de ser escritora. A los veintiún años publiqué Cerca del corazón salvaje. Fue el inicio de mi reconocimiento; esta novela se tradujo al francés en 1954 y se publicó en París, con portada de Henri Matisse… En 1963 se publicó la que han considerado mi obra maestra, la novela La pasión según G.H., que escribí en pocos meses, frenéticamente. Un hecho trágico marcaría para siempre mi cuerpo y mi obra. En la madrugada del 14 de septiembre de 1966, estaba fumando en la cama y me quedé dormida, provoqué un incendio que destruyó completamente mi recámara. Me rescataron de entre las llamas, con quemaduras en gran parte del cuerpo y pasé varios meses en el hospital. Mi mano derecha quedó muy afectada, casi se me tuvo que amputar, jamás recuperé la movilidad de mi mano. Quedé en un estado de depresión e indefensión; mi ánimo se volvió tan agrio y adolorido como las cicatrices y marcas en mi cuerpo, y esto duró todos mis últimos años, en que escribí en estado de ansiedad hasta mi muerte, debido a un devastador cáncer de ovarios, pocos meses después de la aparición de mi última novela La hora de la estrella, que al menos alcancé a ver publicada. Alguna vez alguien me preguntó sobre mis influencias literarias y mencioné a Joyce, Katherine Mansfield y Virginia Woolf”. Entonces el personaje teatral dio voz al largo poema en prosa Pensamiento de Clarice Lispector: “Ya escondí un amor por miedo de perderlo. Ya perdí un amor por esconderlo. Ya me aseguré en las manos de alguien por miedo. Ya he sentido tanto miedo, hasta el punto de no sentir mis manos…”.

En la misma dinámica, La ruta del alma homenajeó a Lula Carson Smith, verdadero nombre de Carson McCullers (1917-1967), en el centenario de su nacimiento y a cincuenta años de su muerte, y cuya ficción explora el aislamiento espiritual de los inadaptados y marginados del Sur de los Estados Unidos. Amiga íntima del dramaturgo estadunidense Tennesse Williams, sus novelas El corazón es un cazador solitario, La balada del café triste, Franckie y la boda y Reflejos en un ojo dorado son consideradas, todas, obras maestras. La revaloración de su obra e influencia en la narrativa actual ha sido inminente. También murió víctima de cáncer. De Carson  McCullers teatralizamos los poemas “El amor y la cáscara del tiempo” donde asienta: “…excepto que las iluminaciones alteren sus ejes/excepto que prefiramos ser Mozart, queremos durar tanto como fuera posible, irradiar, cantar/aunque en la eternidad puede que sea lo mismo”, y el bello “Padre: sobre tu imagen estamos derramados” donde dice: “…Sufrimos el dolor de la separación y la división/ con un corazón que resplandece con la visión de Cristo:/ que a pesar de que seamos de naturaleza taimada, de doble propósito,/ Padre, sobre Tu imagen estamos derramados”.

Malcom Lowry (1909-1957) y su novela Bajo el volcán (1947) fueron objeto de un diálogo intimista entre el escritor y su esposa Margerie, quien rescató de entre las llamas el original reescrito innumerables veces. En esta reconocida obra maestra de la novelística del siglo XX, dotada de simbolismo, Lowry escarbó en su propia autobiografía para plantear la contravención de las relaciones enfermizas, a través de su alter ego, el protagonista Firmin. Lowry vivió en Cuernavaca, México, mientras concibió Bajo el volcán, que cumple 70 años de su publicación y que celebramos —junto con los 60 años de la muerte del autor— con un diálogo imaginario escrito por quien redacta y en donde su amada esposa Margerie gime al hallar su cadáver: “Estabas muerto. Encuerado como siempre, odiabas la ropa. ¡Habías muerto estrujando tu cajetilla de cigarros Alas! Al fin habías logrado lo que siempre quisiste: destruirte. Fui a dar parte, corrí por el médico, llamé a la policía. Lloraba a mares. ¡Me habías dejado, son of abitch, borracho de mierda! Me habías dejado sola, pese a que tú mismo lo habías escrito (grita): ¡No se puede vivir sin amor!”.

Violeta Parra (1917-1967), cantautora, es considerada una de las principales folcloristas en América. Clásicas son sus canciones “Gracias a la vida” y “Maldigo” (“Maldigo el vocablo amor/ con toda su porquería/ cuánto será mi dolor…”). Violeta Parra cantó en el Zócalo de la CDMX. Celebramos el centenario de su nacimiento y el medio siglo del suicidio de esta emblemática mujer del siglo XX, que alguna vez confesó. “Me falta algo… No sé lo que es. Lo busco y no lo encuentro… Seguramente no lo hallaré jamás”.

La ruta del alma contó con las actuaciones de Luis Alvaro Silva (Lowry), Sofía Cárdenas (Lispector, McCullers y Margerie Lowry) e Italú Gisela González (Violeta Parra), con la guitarra de Luis Arriaga y Eduardo Vangel (danza). La producción fue de la XVII FIL del Zócalo.