No se puede tapar el sol con un dedo, Ricardo Anaya Cortés no solo es un cáncer para el PAN. También lo es para la política en general e incluso para México entero. Y lo es porque, en lugar de representar dignamente a una nueva generación de políticos jóvenes en quienes habíamos fincado muchísimas esperanzas, prefirió dejarse seducir por el lado oscuro (y no me estoy refiriendo a la saga de George Lucas, La guerra de las galaxias) y, como lo mencionó a mediados de semana el senador panista Javier Lozano Alarcón, acabó haciendo de la traición su religión.

¡Qué decepción!

¿Qué más se puede esperar de este moderno Jekyll & Hyde de la política mexicana, al que muchos llegaron a apodar el joven maravilla? La verdad es que ya no mucho. Personajes de la calaña del queretano, la historia así lo ha documentado una y otra vez, no logran cimentar una carrera sólida y larga, sino todo lo contrario. Incluso muchos ya corren apuestas no sobre su defenestración como líder nacional del albiazul y el bodrio ese que han dado en llamar el Frente Ciudadano por México (FCM), sino cuándo podría alcanzarlo el largo brazo de la ley para presentarlo ante la justicia y así pague todas y cada una las fechorías realizadas.

Sin embargo, por otra parte, asegurar que Anaya Cortés es el culpable de que la señora Margarita Zavala de Calderón y su cuñada, Luisa María Calderón Hinojosa, la Cocoa, hayan renunciado esta misma semana al PAN es colgarle al otrora pupilo de Gustavo Madero Muñoz un mérito que definitivamente no le corresponde. Nada de eso. La verdad es que la esposa del expresidente Felipe Calderón y su hermana se marcharon del blanquiazul porque la primera no pudo hacer su santa voluntad en el interior del partido con respecto a imponerse (sí, ¡imponerse! a como diera lugar) como la candidata panista a la Presidencia de la República, sacando provecho de la circunstancia de que su marido prácticamente se adueñó de este partido en los años recientes, y que, impulsado por su ambición de por regresar a Los Pinos, le sería sencillo hacer que sus chicharrones tronaran a la hora de designar al abanderado panista para contender por La Silla para 2018.

Lo cierto es que esta ruptura le traerá consecuencias sumamente graves tanto al PAN como a Margarita, como a Ricardo de cara a 2018: El blanquiazul, que va a vivir una terrible guerra intestina de aquí hasta que se designe al candidato del FCM, sufrirá los estragos del agarrón entre calderonistas y anayistas a grado tal que panistas ilustres que los miran desde el cielo, como Luis H. Álvarez, Manuel J. Clouthier y Carlos Castillo Peraza, se revolcarán en sus respectivas tumbas de la vergüenza por ver en lo que se convirtió el último reducto genuino de oposición política; por su parte, la señora Zavala, va a tener que hacer de tripas corazón cuando descubra que su primer lugar en las encuestas no era más que un espejismo y que la ruta del independentismo la va a ubicar prácticamente en el sótano de las preferencias.

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