Se nos ha dicho que la criminalidad organizada puede atentar contra la estabilidad del Estado. Que los delincuentes organizados pueden pasar de forajidos criminales a perseguidos políticos y estar en capacidad de desestabilizar el país.

Supongamos que los carteles del crimen un día gritaran “muera el mal gobierno y vivan los pobres”. Todos sabemos, desde luego, que ellos no son ideólogos revolucionarios sino siniestros delincuentes. Pero ese llamado sería una grave convocatoria política que, recibida por 50 millones de pobres sería un comburente. Cada acción del gobierno en contra de ellos tendría la sospecha de represión y eso es un carburante. Por si fuera poco, se dice que tienen los hombres, la organización, la penetración, las armas y el dinero que ya quisieran muchos grupos rebeldes que carecen de todo ello. Esto puede ser la chispa.

Para comenzar, se nos ha dicho que las organizaciones delincuenciales mexicanas tienen reclutadas a cientos de miles de personas, casi siempre llamados “sicarios”. Hay quienes afirman que llegan hasta a 400 mil individuos, lo que sería la más numerosa fuerza armada del país. Este es un primer factor de inestabilidad.

En seguida nos dicen que esta multitud está muy bien armada. Que sus armas provienen de la permisividad norteamericana para adquirirlas y para traerlas a nuestro país. Que son armas casi siempre superiores a las que utilizan las fuerzas policiales ordinarias. Que a cada sicario que se aprehende se le decomisan no una sino varias armas. En una simple multiplicación proporcional esto significa que tienen millones de armas. Esto es un segundo factor de inestabilidad.

Pero prosigamos y nos encontramos con que, dice nuestro gobierno, que son muy crueles y que están dispuestos a todo. Que ha habido miles de muertos, muchos de ellos decapitados o descuartizados y que ellos son una muestra de su crueldad. Claro que lo peor es quitarle la vida a una persona, no quitarle la cabeza. El asesinato es el verdadero mensaje. La decapitación es tan solo la envoltura del mensaje. Pero todo esto es un tercer factor de inestabilidad.

Luego nos dicen que, por si fuera poco, son multimillonarios. Que su incomparable riqueza hasta ha contaminado y desquiciado el sistema financiero nacional. Que, para contenerlos, hay que prohibir el efectivo. Un día querrán prohibir el dinero, luego prohibirán los bancos olvidándose que las mafias operan con la droga, que es una moneda internacional de curso corriente, que no pasa por los bancos. Pero lo grave es que, a los criminales, todas las prohibiciones les tienen sin cuidado. Este es el cuarto factor de inestabilidad.

Por último, las autoridades nos dicen que los malos tienen un insólito poder de penetración. Que han infiltrado las instituciones básicas del Estado mexicano. La policía, el Ejército, los tribunales, los bancos, las empresas y las escuelas. Que hasta se han metido en los procesos electorales. Esperemos que un día no se quiera, también, prohibir las elecciones. Este es el quinto factor de inestabilidad.

Así que, ante un enemigo rebelde, numeroso, armado, impetuoso, adinerado y penetrante, en sus propias palabras y conclusiones, me preocupa que el gobierno pueda llegar a ser ingenuo, estático y débil. Por ello es urgente cuidar que la insensibilidad política no nos convierta en un gobierno frágil.

w989298@prodigy.net.mx

@jeromeroapis