La renuncia de Margarita Zavala al PAN es una traición de ella y su marido a la formación política donde cobraron presencia pública. Es, también, una muestra de prepotencia, pues, por encima de la disciplina que debe privar en todo partido, la expareja presidencial pretendía ignorar que la dirigencia de Acción Nacional es precisamente la elegida por las bases del partido azul.

En todo partido hay diversos puntos de vista sobre la táctica y aun la estrategia en torno a la disciplina, los dirigentes y hasta el programa, pero los promotores de los cambios deben dar la batalla dentro de la propia organización para ganar el apoyo de sus compañeros y modificar todo aquello que se quiere cambiar.

Felipe Calderón, el marido de doña Margarita, no solo es responsable de la muerte violenta de cien mil mexicanos y de la “desaparición” de 25 mil más. El michoacano es también el hombre que mientras ocupó la Presidencia de la República humilló repetidamente a sus correligionarios, quitó y puso presidentes del PAN a su antojo y su actuación estuvo lejos de la sobriedad que en más de un sentido practicaron y recomendaron los padres fundadores de Acción Nacional.

La defección de Margarita Zavala y su candidatura “independiente” implican para el PAN una pérdida de votos de 10 a 13 por ciento, según diputados de la banda que acaudilla Calderón. Es dudoso que la señora se lleve tantos sufragios, pero indudablemente contribuirá a reducir el caudal panista, pues su candidatura y la de otros “independientes” servirá para atomizar el voto opositor y beneficiar de esa manera al PRI, lo que tiene feliz a su dirigente postizo, aunque Andrés Manuel López Obrador estaba tan contento con la división de los azules que seguramente piensa que también él saldrá beneficiado.

En el cálculo de la familia Calderón debe contar lo favorable que les resultaría tener otro amigo en la Presidencia de la República. Por eso se especula que la jugada puede favorecer especialmente a José Antonio Meade, en caso de que llegue a ser candidato del PRI. No es una hipótesis descabellada. Meade es un todoterreno que, como la Chimoltrufia, así como dice una cosa dice otra y que lo mismo sirvió al “gobierno” de Calderón que ahora al de Enrique Peña Nieto. Es un perfecto ejemplo de prianista, un caso paradigmático de político sin principios en una época en que son comunes los cambios de chaqueta.

Con una Margarita deshojada electoralmente, todo indica que en el triunfo de Meade ven los Calderón la mejor garantía para su bienestar. Pero hacen cuentas alegres…