Al recordar a Oscar Wilde en el ciento sesenta y tres aniversario de su nacimiento (16 de octubre de 1854), traemos a la mente a su única novela publicada en vida: El retrato de Dorian Gray, como sabemos es un clásico, que en su vida lo llevó a la fama; aunque ya era reconocido como escritor por sus muchísimos relatos cortos, poemas y cuentos que había publicado. Y ya postrado en la fama empezó a llevar una vida sin inhibiciones, siempre en busca del placer, como un derecho que le había dado la vida a través del reconocimiento literario. Uno de sus grandes placeres fue fumar, decía: “El cigarro es un ejemplo perfecto de un placer perfecto; es exquisito y deja a uno insatisfecho, ¿qué más se puede pedir?”. Fumaba mientras escribía, placenteramente echaba el humo, tan lento, que él sentía que dejaba de respirar; cuando se encontraba entre comensales y charlaban, él escuchaba en silencio absoluto, mientras fumaba para “concentrarse en las palabras”, el cigarro se convirtió en su mejor acompañante para sus actividades intelectuales. Y también fue un gran bebedor, encontraba placer parecido a la “felicidad” en las reuniones, sobre todo cuando surgía la risa entre comentarios cínicos, “que hacen ver las cosas como realmente son, y no como se quiere que sean”, decía Oscar Wilde. También sabía que el alcohol es como “dar una máscara al ser humano para que diga la verdad”, le fascinaba tomar sobre todo con las mujeres, platicaban las intimidades y desventuras de todos sus conocidos, y las de ellas; se convertían estas charlas en material para escribir. El ser un gran bebedor le llevó a tener una vida social muy activa, que dejaba por algunos meses, en ese tiempo escribía, así nació otra gran obra: El fantasma de Canterville. No la publicó porque sus seguidores lo ignoraron cuando fue acusado de homosexual, su vida social desapareció junto con su frase que le gustaba decir: “Mis deseos son órdenes para mí”.

Oscar Wilde quiso ser inmortal, y lo es, como el personaje de su novela El retrato de Dorian Gray, porque lo logró a través de toda su obra y de todas las consideraciones mundanas que vivimos: alegría y sufrimiento, ganancia y pérdida, fama y oscuridad, halago y crítica. En sí Wilde se mostró como un personaje preocupado por lo temporal, algunas veces impulsado por la malicia; otras veces por el deseo de poseer en detrimento del otro, incluso hasta llegar a engañar a los demás. Sí, un ser que supo que la fama es un lugar que existe en el universo creativo (donde la distancia del cielo, la tierra y el mar, son iguales) y en la que se oye y descubre todo lo que sucede en el mundo: placentero o no.