José Antonio Meade, Aurelio Nuño Mayer, Miguel Ángel Osorio Chong, José Narro Robles e incluso algunos mencionan que Enrique de la Madrid Cordero también tiene posibilidades. A grandes rasgos, esta es la baraja de la que disponen los priistas para definir a su candidato a la Presidencia de la República para 2018. El elegido, de acuerdo con los tiempos definidos por la cúpula tricolor, deberá quedar definido en las próximas semanas y, ahora sí, más allá de lo que puedan cacarear en el llamado Frente Ciudadano por México (FCM), con panistas y perredistas haciéndoseles bolas el engrudo, lo que podremos esperar a partir de febrero del año venidero será una parejera entre dos trenes: el PRI y Morena.

Sin embargo, habiendo otros temas coyunturales de mayor envergadura política aún flotando en el ambiente, se antoja sumamente complejo lo que habrán de definir tanto el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRI como el militante #1 de este partido, el presidente de la república, Enrique Peña Nieto, porque todo el entorno político (las negociaciones del TLCAN, el caso Fepade-Odebrecht, el asunto de la reconstrucción de las zonas devastadas por los sismos de septiembre pasado, etcétera), lo quieran o no, tendrá un peso específico al momento de dirimir al aspirante presidencial del partido en el poder.

Igualmente, también pesará en la decisión el desempeño de estos cinco funcionarios en su respectiva trinchera (Meade en la Secretaría de Hacienda, Nuño en la Secretaría de Educación Pública, Osorio en la Secretaría de Gobernación, Narro en la Secretaría de Salud y De la Madrid en la Secretaría de Turismo), donde si bien es cierto que cada una tiene su peso específico en la vida pública y política del país, también habrá que considerar, dado el currículum y el know-how de los cinco precandidatos, quién tiene más probabilidades de responder con la mejor atingencia posible al momento histórico que está viviendo México actualmente. No hay que olvidar que los cinco poseen características muy particulares que los vuelve muy diferentes entre sí, aunque como común denominador han demostrado, cuando menos a lo largo de todo este sexenio, que son hombres institucionales que en todo momento han antepuesto el éxito del proyecto de nación en el que están colaborando a sus intereses personales.

Y esa también es una gran ventaja con la que cuentan los priistas a diferencia del resto de sus adversarios, que saben muy bien que en política la forma es fondo y que bajo ninguna circunstancia se vale irse por la libre, como ya lo han hecho personajes como la (dizque) expanista Margarita Zavala, el (dizque) experredista Armando Ríos Piter o el (dizque) gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez, el Bronco, quienes más allá de apostarle a ofrecerle al electorado verdaderas alternativas independientes destinadas a empoderar al ciudadano, lo único que pretenden es seguir aplicando lo que hasta ahora les ha funcionado en lo individual: vivir del sistema de partidos que ahora tanto desdeñan y critican pero del que siempre han vivido cómodamente.

Ahora bien, el tiempo corre para que en el interior del PRI todas sus corrientes coincidan y converjan adecuadamente para lograr los consensos necesarios ,y así todos, absolutamente todos, militancia y simpatizantes, queden satisfechos con la elección de su candidato a la Presidencia de la República, y para eso van a requerir de muchísima negociación, pero también de toneladas de autocrítica.

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