“Efebo” es de esas palabras que se han modificado a través del tiempo. En sus orígenes, un efebo era un jovencito aprendiz de filósofo que intercambiaba sexo por conocimiento, cosa no solo normal sino incluso cotidiana en la antigua Grecia. Actualmente se le llama “efebo” a un muchacho núbil, en extremo guapo, acaparado por homosexuales maduros. Pero hasta ahora nadie se había atrevido a feminizar la palabra y darle un nuevo sentido. Carlos Velázquez es el primero a través de La efeba salvaje, tercera colección de relatos de un autor que empieza a despuntar como uno de los grandes narradores mexicanos de principios del siglo XXI.

Curiosamente, pese a lo irreverente de su narrativa, Carlos no tiene empacho en reconocer que el leit motiv de la mayoría de sus relatos es la relación de pareja, “aunque parezca —dice— una misma historia contada cientos de veces, siempre se le encontrarán aspectos novedosos, aristas y salidas insospechadas”.

El relato que abre La efeba salvaje, “Muchacha nazi”, es el mejor ejemplo de una relación complicada, como se lee en la página 17: “(…) Éramos la combinación perfecta. Ella con el genocidio en la sangre. Y yo el candidato perfecto a que lo hicieran jabón (…)”.

El papel de los deportes

“Hace muchos años —evoca Carlos— leí un cuento de Rodolfo Fogwill, narrador argentino (1941-2010), titulado “Muchacha punk”. El narrador es un alter ego del escritor que es agente de ventas, va a Inglaterra y conoce a una punk con la que tiene un romance. Fogwill es uno de los escritores que más me han acompañado a lo largo de mi preparación como autor y deseaba rendirle un homenaje. Tuve el atrevimiento de crear esta historia en la que un sujeto de vive en la Ciudad de México, tiene un romance con una nazi durante el Mundial de Futbol de 2014. Me burlo un poco de los lugares comunes y del estereotipo que se tiene de los alemanes, aunque menos espera uno de una nazi es que sea fan del pop ochentero, ¡y menos aun de Yuri!”.

El futbol tiene una gran importancia tanto en este cuento como en “La efeba salvaje”, que da título al libro, aunque Carlos señala que los deportes, en general, juegan un papel preponderante en su narrativa.

“Desde que era niño —sigue Carlos— empecé a ver el beisbol en casa de mi papá y pasé directo a jugar en una liga infantil. Luego di el salto al basquetbol porque era admirador irredento de Michael Jordan. Los deportes son otro tema muy explorable. En “Muchacha nazi” encontré la oportunidad de entrecruzar la relación de pareja con el futbol y situé la acción en la víspera de Brasil 2014”.

Detalla Carlos: “En cuanto a «La efeba salvaje», yo, como muchos escritores, fui carne de cañón de una redacción de periódico y quedé muy marcado por el ambiente que se vive en las redacciones y las empresas televisivas, y la pasión que despiertan los temas futbolísticos. En este relato en particular, la acción se sitúa en un canal de televisión, donde dicha pasión se eleva al cuadrado, y lo vinculo con un fenómeno que tiene algunos años, el de la chica estrella de los noticiarios que es removida de su puesto y trasladada al segmento deportivo donde pasa a convertirse en «atractivo visual». Barbie Moreno, «la chica del clima», no tiene ni idea de cómo se juega el futbol, nunca le ha interesado. Pero es cuando la colocan en un lugar donde apenas puede hablar, que empieza a albergar  otras ambiciones, y se mete a investigar a este zar de los deportes del que se rumora ha matado a sus dos esposas y además se las comió”.

La influencia de Carson McCullers

Carlos alcanza el cenit del humor en su relato “Stormtrooper”, donde refleja con cruel fidelidad las aspiraciones de la clase media y un suplemento alimenticio se convierte en una especie de panacea pero, también, de maldición.

“Una vecina —relata la historia— se metió en el negocio del Herbalife y presencié cómo su estilo de vida se elevaba y distorsionaba al mismo tiempo. Me dejó pasmado el hecho de que estos productos milagro produjeran tales cambios; cómo la gente hace lo que sea con tal de seguir convicciones falsas y fraudulentas, porque hace mucho se descubrió que los productos de esta compañía, que incluso cotiza en Wall Street, no sirven para bajar de peso ni para otra cosa que no sea complacer las fantasías de la gente que se niega a ver la realidad”.

El también autor del magnífico libro de crónicas El karma de vivir al norte, Premio Bellas Artes de Testimonio 2012, reconoce permanecer alerta a todo cuanto ocurre a su alrededor, lo que le permite indagar en personajes que nada tienen que ver con su forma de ver el mundo:

“Todo el tiempo —dice— tengo la oreja parada y soy muy observador, y me llama mucho la atención cómo las parejas se deshacen en arrumacos, y pareciera que todo el tiempo están en esta actitud romántica y perfecta, y se esfuerzan por despertar envidias en Facebook, lo cual nos hace ver que por mucho que avance la tecnología, los temas del amor y la soledad, aunque trastocados, siguen teniendo mucho sentido”.

Carlos Velázquez, acusado de machista pese a narrar con gran verosimilitud desde el punto de vista femenino, se reconoce influenciado, más que por ningún otro narrador, por la extraordinaria Carson McCullers. Justo al salir de la librería donde tuvo lugar esta entrevista, descubro, no sin sorpresa, que en la mesa de novedades su libro ha sido colocado junto a la reedición de los cuentos completos de esta autora.

Carlos Velázquez nació en Torreón en 1978 y La efeba salvaje lo publicó la editorial Sexto Piso, México, 2017.