Versiones e introducción de Miguel Ángel Muñoz

La poesía escrita en catalán goza hoy día de una atención especial, no sólo de la crítica europea, sino de amplias traducciones a diversos idiomas, como el francés o el inglés. Este interés no sólo se fundamenta en la calidad de sus mejores poetas, sino en la riqueza del conjunto y en el alto nivel lingüístico que ha alcanzado. Poetas como J.V. Foix, Joan Salvat-Papasseit o Pere Quart, le dieron desde principios del siglo XX una fuerte identidad a su lengua, para después dejar la voz a Joan Brosa, Joan Teixidor, o más recientemente, a Antoni Marí o Pere Gimferrer, quienes la han enriquecido constantemente.

La lectura de estos poetas trae el estremecimiento de una lengua en estado puro a lo largo de varios siglos, poetas del entusiasmo vital, la integración del dolor en su mundo poético, la persecución de la guerra, y la preocupación por la muerte. La poesía catalana ha consagrado sus versos al ciclo de la vida y a lo que ésta tiene de muerte y renacimiento. No es inoportuno recordar la represión que ha sufrido esta lengua en el pasado, ni el tener en cuenta que, en aquellos momentos históricos como la Guerra Civil Española, fue precisamente la poesía el refugio de la conciencia de un pueblo. Estos hechos, han llevado a la poesía catalana a un momento ascendente, lleno de vida y de descubrimiento.

Joan Alcover (1854-1926)

Anacreóntica

La fuente me avisa

cerca del barranco;

la mesa el banco

son piedra maciza

El cristal irisa

blanca servilleta;

y bulle la sangre,

todos se electrizan.

Mas, a la insolencia,

impone silencio

sagrado rumor…

Con sutiles humos,

en la cafetera

hierve inspiración

Joaquím Folguera (1893-1919)

Voluptuosidad de la muerte

Siento, señor, ahora, el soplo de la muerte

que me envuelve sin llegar a prenderme.

En la penumbra ya he perdido el límite

de este mundo y el fino contacto de las cosas.

A cada embate siento que me va despojando

de algo humano, y ante mi pudor se atreve,

fatigada, a tenderse, cerca de mí, mirándome

y es su mirada un hálito muy puro.

Grácil se alza y otra vez se vuelve

hasta llegar a confundir mi aliento

en el cálido aire de gran calor que irradia,

sin abrazarme nunca, pero siempre

llevándose una prenda de mi vida,

ahora débil y pura, hasta que esté

desnuda, eterna, bajo el beso dulcísimo

de la Muerte, que entero me tendrá en sus brazos.

J.V. Foix (1893-1987)

No se debe al azar ni a la impostura

No se debe al azar ni a la impostura

que sea mi país la dulce tierra

donde vivo y deseo yo morir. Ni bajel ni hierro

pueden hacer cautivo al dado a la aventura.

¡Oh, recinto sellado, oh perfecta estructura

desde el mar a Poniente y hasta las altas sierras

—bosques del Pirineo— donde vagan los míos!:

a Ella, los corazones en la justa futura.

Hermosa tierra, es la Mar tu signo,

y tus grandes caudillos a ella hicieron diosa,

pagó tributo y fuiste un día insigne.

¡ Oh vigorosa estirpe! Esclava indigna

que ambicionas vilezas: ¡sangra, y firma

tu rescate, y el retorno a la idea!

Joan Salvat-Papasseit (1894-1924)

Viva el amor

¡Viva el amor que me ha dado la amiga

tan fresca y limpia como un mayo feliz!

Viva el amor

            la he llamado y venía

—y era toda tan blanca como un sorbo de leche.

Viva el amor que ella también ansiaba:

viva el amor

            yo la quería y la he tomado.

María Manent (1898-1988)

Dicen: el mar es triste

Dicen: el mar es triste.

¡Qué rumor, cada ola, cuando rompe!

y veo un mar triste, pero, en medio.

tú, como una perla.

Dicen: la tierra es triste.

¡Qué rumor, cada hoja! Ni se atreve

Y veo la tierra triste, pero, en medio,

tú, como una rosa.

Pere Quart (1899-1986)

Codicilo de un poeta

Os lego, amigos, sencillamente,

los tres humildes quehaceres de siempre:

vivir (y comer) con decoro cada día;

si podéis, encauzar codicia y lujuria;

pensar (creer o dudar)

en la certeza y las hipótesis

de la muerte de la carne

y la vida nueva del alma.

No hay nada más que hacer: y ya es bastante.

Lo demás es literatura

Salvador Espriu (1913-1985)

¡Qué patria tan pequeña!

¡Qué patria tan pequeña

encierra el cementerio!

Este mar de sinera,

cerros de viña y pinos,

polvo de torrenteras.

Nada más amo, excepto

la sombra de una nube

y el recuerdo de días

perdidos para siempre.

Joan Teixidor (1913-1992)

Ruiseñor

Hacia la nube, tú también volabas,

y quién sabe si la ley te la han dictado.

Tu canto, de regreso en la tierra,

en el sol de la tarde, me lastima.

Maravilloso pájaro, aléjate,

ruiseñor de un abril tan señalado;

están las cosas demasiado cerca,

demasiado cerca del prado

y demasiado alto está tu canto.

Joan Brossa (1919-1999)

Diálogo

Últimamente he paseado con ella por la calle

de Nefertari. Yo me detenía. Ella se volvía.

De pronto, yo sonriente:

Te propongo una interpretación. Ella:

¿Es cierto que el cerebro es una copa? Yo: Germimos

y hay allí muchas otras series de figuras.

Ella: De acuerdo, pero es difícil de determinar

Cómo vemos las cosas con certeza.

Francesc Parcerisas (1944)

Cabezas romanas

Helos aquí: el césar conquistador de tierras,

el lictor con el haz que le hace más digno,

el togado cónsul, el soldado huraño, el esclavo africano.

Todos durmiendo por igual —gélidos y un punto corrompidos—

bajo el sueño distante e imprevisible

con la aguja del tiempo nos traspasa.

Entonces, ¿por qué azar nos maravilla ahora

este nítido mármol, duro, cruel,

y admiramos, atónitos, mudos de respeto,

estos salvajes, poderosos, destructores de templos?

Tanto nos da que buscasen el bien o el mal,

y lo sabemos: las pasiones se hielan en el mármol.

Sus cabezas impávidas e inmortales

son, tan sólo, en la piedra, la patria naufragada.