A partir de las últimas semanas las discusiones públicas pueden ser bombas de humo, distractores o balandronadas, pocas veces de fondo y la mayoría de ellas de forma, al final del día la clase política no se caracteriza por la pulcritud sino por el escándalo.

El Senado de la República, institución de origen federalista —que se pervirtió al aprobar los senadores por lista—, se polarizó hace unos días por el suceso del que se habló hasta la saciedad porque el encargado del despacho de la Procuraduría General de la República, Alberto Elías Beltrán, cesó fulminantemente al fiscal que estuviera al frente de la Fepade, Santiago Nieto. Los argumentos vinieron de un lado y otro, desde los eminentemente técnicos a los políticos que suelen ser subjetivos por la intencionalidad, toda vez que estamos cerca de una elección, ya el proceso como tal ha iniciado.

Se “tomó” la tribuna de la denominada Cámara Alta y proliferaron los sainetes; al final, el cesado fiscal Santiago Nieto declinó regresar a la Fepade porque no existían condiciones, según aseveró en una misiva dirigida al presidente de la mesa directiva del Senado, Ernesto Cordero. Hasta ahí llegó el debate, la oposición se silenció. El asunto de las indagatorias en temas espinosos que investigaba el cesado funcionario debe continuar porque es un asunto legal, imperativo.

Llama la atención que en los tiempos que corren no haya ideologías bien definidas; recientemente recordamos los partidos políticos que en el siglo XIX, ya en el México independiente, más que organizaciones ideológicas fueron militares, liberales versus conservadores, guerras civiles, intervenciones y la apuesta a la fuerza para llegar al poder.

En este siglo XXI en que se puede observar el contenido posmoderno tampoco se promueven ideologías sino un sórdido combate por el poder, se buscan los caminos más abreviados, los atajos para llegar a las posiciones que suponen granjerías, se definen alianzas contranatura. El poder bien vale el más atroz e impúdico pragmatismo, dirán algunos, o al menos lo pensarán en lo privado, aunque en lo público hagan toda una pieza retórica para justificar sus lances.

Habrá más discusiones en torno a diversos tópicos en la medida en que el reloj imperturbable acerque las manecillas a la contienda y clímax electoral, es algo predecible como para hacer suponer que regresarán los fantasmas del año 2006, en cuyo marco se libró una batalla sucia, denigrante e hipócrita. La infamia fue una marca alrededor de aquellos comicios que arrojaron un resultado controvertible.

Se ocupa la certidumbre electoral, en ello jugarán un papel preponderante los organismos en la materia y la propia Fepade para que haya un clima idóneo para garantizar imparcialidad, transparencia así como la aplicación de la norma.

Lamentablemente, nuestro país no tiene una tradición democrática porque hemos pasado del caudillismo a una dictadura de partido y apenas hace no mucho tenemos un real sistema pluralista, el cual demoró ante un viejo régimen que se resistió con todo para mantener un paradigma autoritario.

El proceso que sigue su curso debe ser una oportunidad para realmente nutrir nuestra democracia aunque las resistencias afloran a cada paso.