La democracia es la necesidad de inclinarse de cuando en cuando ante la opinión de los demás. Winston Churchill

Es ingenuo suponer que los intereses electorales de los partidos pueden ser ajenos a las discusiones de cualquier asunto y esperar que en estos debates y en estos desencuentros, naturales en toda democracia, se privilegie eso que llaman “el interés general”.

Si nos escandalizamos, no hemos entendido que la actividad política de quienes se agrupan en partidos o en organizaciones de la sociedad civil tiene el objetivo de alcanzar los objetivos de cada partido y de cada ONG.

Ocurre algo que algunos estudiosos de la política han calificado como exageradas expectativas de la democracia, quizá porque hace un cuarto de siglo así nos la vendieron, con el mismo entusiasmo y labia con que un vendedor de autos usados nos ofrece un montón de chatarra como un vehículo bien conservado, pues solo era usado por una anciana para sus viajes semanales de compras.

Por eso, de alguna manera, se puede decir que la democracia parece habérsenos indigestado. Y nos quejamos de que no logra lo que, en nuestras fantasías, creíamos que lograría.

Los desencuentros, las trampas, las maniobras y contramaniobras, las intrigas y hasta las calumnias son inherentes en las batallas políticas, pues estas, especialmente las que ocurren en épocas electorales, solo son una faceta brutal de lo que es una elección: la lucha por el poder.

Sin embargo, no puede, no debe, ser una lucha sin reglas, pues las reglas y su respeto por todos los actores de la política son lo que mantiene la estabilidad política y social en una sociedad democrática.

Solo puede uno coincidir con aquellos que predicen que el proceso en marcha de las elecciones del 1 de julio de 2018 será uno en el cual las campañas serán sucias, muy sucias, escatológicamente sucias.

Inevitable, pero a todos los actores políticos, llámense partidos, organizaciones de la sociedad civil y a los políticos de cualquiera filiación ideológica sí hay que exigirles que, por sucias que sean sus confrontaciones, deben respetar las reglas electorales.

No se tratará de averiguar en el proceso electoral la salud de nuestra democracia o si esta, como afirman, es solo germinal o imperfecta.
No, lo que estará a prueba en esta elección —la más grande de la historia, pues están en juego 3,400 posiciones, incluidas la Presidencia de la República y la renovación del Congreso de la Unión— seremos nosotros.

Quizá lo dijo mejor la presidenta del Tribunal Electoral de la Federación, la magistrada Janine Otálora:

“En las elecciones del año próximo pondrán a prueba la solidaridad entre los órganos electorales, los partidos políticos, las instituciones gubernamentales y a la ciudadanía. Más allá de los discursos, lo que ocurra indicará el grado de madurez de nuestro sistema”.

Y uno podría agregar que estará a prueba la madurez de todos nosotros. Ya que tanto nos quejamos de los políticos, será hora de probar que tenemos más madurez que todos ellos, con un respeto a las reglas electorales.
jfonseca@cafepolitico.com