El proceso de selección de candidatos a la Presidencia, tanto independientes como de los partidos, está a la vista de todos los ciudadanos; no hay duda de que Andrés Manuel López Obrador —en un nuevo autodedazo— se erigirá en el candidato del importante grupo que comanda, donde el autoritarismo y la decisión unipersonal son indudables.

En el PAN, las aspiraciones de Juan Carlos Romero Hicks, Luis Ernesto Derbez, Ernesto Ruffo Appel y Rafael Moreno Valle tienen muy escasas posibilidades de lograr la candidatura de su partido, pues el aparato que va a seleccionar lo tiene totalmente cooptado Ricardo Anaya (Margarita dixit); la única duda es si el frente opositor convalidará o no a este candidato panista o se abre la puerta a otros aspirantes como Miguel Ángel Mancera. Los procedimientos de estos dos bloques de partidos resultan aburridos para la opinión pública.

El más espectacular proceso de selección es el del PRI, en donde compiten cuatro finalistas, y donde uno será ungido como lo mandata la liturgia priista por la voluntad presidencial, solo que en condiciones completamente diferentes a las que se dieron en la mayor parte del siglo XX.

Decía el poeta Renato Leduc “que Estados Unidos acaba de descubrir un sistema que les permitirá conocer el resultado de sus elecciones en 48 horas… en México eso no tiene chiste, pues aquí tenemos una máquina que nos da los resultados con casi un año de anticipación y se llama PRI”; en efecto, la decisión sobre el candidato era más que suficiente para definir el resultado.

Sin embargo, actualmente —aunque el proceso partirá de una decisión presidencial— de ninguna manera se tiene asegurado el triunfo electoral, pues el Presidente solo nombrará al candidato, pero sin la seguridad de que gane la elección, lo que implica un cuidado mayor en la selección. Si el PRI quiere tener alguna oportunidad no se puede equivocar.

Miguel Ángel Osorio Chong ha tenido bajo su mando los hilos políticos y la seguridad nacional; por ello, aun cuando su influencia es grande, se ha desgastado ante el fracaso de la seguridad pública y ante la lucha contra el crimen organizado; sería un candidato que difícilmente ganaría la elección, no obstante, las encuestadoras lo señalan como el mejor posicionado.

José Narro representa una corriente distinta de centro-izquierda, goza de un bien ganado prestigio y reconocimiento como académico y también como político; sin embargo, no se siente que pueda ser el hombre que continúe el proyecto central del presidente Enrique Peña Nieto.

Aurelio Nuño es un joven inteligente de respuesta rápida y de buena presencia; sin embargo, carece de experiencia política y administrativa, ya que sus antecedentes se limitan a su trabajo con el senador Enrique Jackson, con el diputado Luis Videgaray y como asesor del presidente Peña Nieto.

José Antonio Meade sería la apuesta más segura para continuar el proyecto económico y político del presidente Peña Nieto; su debilidad y fortaleza consiste en que no es militantes de ningún partido, lo cual puede ser atractivo en este momento para una gran masa de indecisos. Todo indica que llegará como el hombre que postule el PRI a la Presidencia de la República.