Al recibir el Reconocimiento al Merito Editorial en la FIL de Guadalajara, Juan Casamayor, fundador de Páginas de Espuma, habló de su relación con el mundo de los libros y la labor que realiza en esta singular editorial dedicada al género del cuento.

Como una referencia casi obligada para la conversación, Casamayor no vacila en demostrar que no lee un solo libro a la vez y  enumera su selección actual: Vibrato de Isabel Mellado, Cuestión de tiempo de Carmen Peire y el reencuentro con Las naciones hechizadas de Viviana Paletta, un poemario que considera muy necesario para estos tiempos. A pesar de su audacia de lector, reconoce que ha abandonado varios libros incluso en “el estado larvario” de manuscrito por considerarlos imposibles.

Es casi inimaginable creer que algo pueda parecerle “no leíble” cuando su imaginación vuela al imaginarse tomando un café con el profesor Souto y cuenta con un tono enfático que lee exclusivamente en papel, “puedo leer a cualquier hora, pero tengo un hábito lector muy placentero ligado a mis muchos viajes. Un vuelo transoceánico con un libro es viaje que vale por dos”, asegura.  Su gusto por el cuento queda patente cuando recrea una de las experiencias que ha marcado su vida en cuestión de literatura: “Leer el cuento La señorita Cora de Julio Cortázar ingresado en un hospital y con una enfermera cerca. Un verdadero cambio en mi percepción de la lectura.”

Y es precisamente la fascinación por el género narrativo corto el que lo llevó a fundar la editorial que es ya toda una autoridad en el ámbito, Páginas de Espuma, en la cual dice tener una gran complicidad con sus autores, además de definir su catálogo editorial como una oferta “de cierto perfil lector con formación filológica y de cierto gusto por la variedad, la estética también”.  Así mismo, identifica en Pequeñas resistencias. Antología del nuevo cuento español (2002), hecha por Andrés Neuman, la base del actual trabajo en la editorial, “me atrevo a decir que allí se cocinó algún ingrediente del buen momento del cuento en España”.

Para finalizar, confiesa, con diversión su apego al rock de los años 70 y 80 y su contacto con el arte contemporáneo:  “Soy profano en la materia, aunque exploro, leo y me informo. Soy merodeador de exposiciones temporales y grandes colecciones permanentes de muchas partes del mundo. No comprendo visitar ciudades y no aproximarme a su arte, sus galerías, sus museos, esos mausoleos que respiran, unas veces, un orden geométrico, y otras, un estudiado desorden. Y suele emocionarme lo que percibo”, concluye.