Nuestra democracia se está asfixiando. Los partidos políticos son cada vez peor valorados por la sociedad y la brecha entre los políticos y la ciudadanía crece. La situación actual es muy grave. El rechazo hacia los partidos se ha trasladado crecientemente hacia las instituciones que sostienen nuestra democracia. La ciudadanía tiene motivos sobrados para estar enojada: los escándalos de corrupción del gobierno, su indiferencia ante las crisis sociales que se viven en el país, el desprecio de Peña y el PRI por las instituciones. El gran peligro del contexto actual es que estamos a poco más de ocho meses de las elecciones.

Uno de los principales objetivos de la reforma política era devolver la legitimidad a nuestro sistema político. Ese era el propósito de las candidaturas independientes: dar un poco de oxígeno a nuestra democracia. Los independientes pasaron casi inadvertidos, a excepción quizá de el Bronco, en Nuevo León, en las elecciones intermedias de 2015. Ahora, en año electoral y con los precandidatos a la Presidencia independientes definidos, distan de ser la figura disruptiva que la ciudadanía hubiera esperado. Las razones para esta decepción son diversas, pero se debe a la desigualdad en las reglas que se imponen a estas figuras.

La famosa aplicación del INE ha resultado mucho menos eficaz de lo que se necesitaba. La recolección de firmas ha sido una tarea cuesta arriba para los precandidatos sin partido a puestos federales. Las quejas contra la aplicación han sido muchas y han sido respaldadas por todos los precandidatos independientes a la Presidencia. Tanto es así, que el INE decidió extender una semana la recolección de firmas para todas las candidaturas.

Esta curva de aprendizaje de las autoridades electorales podría parecer una cuestión mínima. ¿Qué importa que las primeras semanas de recolección hayan sido un fracaso si ya se han corregido los errores? El inicio de cualquier campaña es de los momentos más relevantes. Hasta hace un par de días ninguno de los aspirantes a una candidatura presidencial tenía posibilidades, con el número de firmas recolectadas por día, de lograr la meta de alcanzar el umbral de casi 800 mil firmas. Hoy, solo dos de los aspirantes a candidatura presidencial tienen la posibilidad de alcanzar esta meta. Imponer barreras, de entrada, es deseable, y más cuando se trata del puesto más importante de la república, pero los obstáculos técnicos son una irresponsabilidad.

La desigualdad impuesta a las candidaturas independientes no solo es por la aplicación, sino que la idea misma de que el medio principal de recolección de firmas sea un teléfono inteligente impone barreras muy relevantes a los precandidatos. México, aunque es un país crecientemente urbano, tiene una gran cantidad de poblaciones rurales. El éxito de un aspirante a candidato independiente estriba en tener el mayor número de “auxiliares activos” dados de alta; es decir, de personas que están registradas ante el INE como recabadoras de firmas para un precandidato determinado. Por ejemplo, el Bronco, que hasta el martes 14 de noviembre era el aspirante con mayor número de firmas, tenía registrados alrededor de 13 mil auxiliares, pero solo 30 por ciento de estos estaba activo. De esta manera, el éxito de la precandidatura depende de que los partidarios del aspirante instalen la aplicación en un celular y la usen.

No debería ser una sorpresa que los dos aspirantes con mayor número de firmas hasta ahora tienen bastiones de seguidores en áreas metropolitanas en la Ciudad de México o Nuevo León. Sin embargo, llegar a zonas rurales será un reto mayor. El método determinado por el INE impone costos muy importantes para los partidarios de alguna candidatura. Un teléfono celular, incluso de los más baratos, cuesta entre mil y 2 mil pesos; es decir, al menos, 25 días de salario mínimo en la Ciudad de México. A esto hay que agregar que, para usar la aplicación al mandar las firmas, es necesario Internet, por lo que se debe contratar un plan de datos. En un país con poblaciones aisladas en las sierras donde el Internet no es un servicio cotidiano, la recolección de firmas será todo un reto. El INE determinó que será posible brindar el apoyo a través de boletas especiales. Esto será una desventaja importante para los candidatos que tienen sus bastiones en poblaciones rurales e indígenas.

Otro de los grandes problemas de las actuales candidaturas independientes no tiene que ver con cuestiones técnicas o legales, sino con las mismas personas que se han apuntado para participar como independientes por la Presidencia en las próximas elecciones. Son, en realidad, personalidades recicladas de la política. Ninguna de ellas ha logrado ser el factor de disrupción que se esperaba. Sin lugar a dudas, las candidaturas independientes no son la solución a nuestra crisis actual. Para regresar la confianza de las personas en sus instituciones deberemos limpiar los partidos y abrirlos a la sociedad. Hoy más que nunca necesitamos una agenda basada en la honestidad.

@MBarbosaMX

Senador de la República