Para un artista de verdad, la vida es su arte y el arte su vida. No se trata de un mero deporte o el pasatiempo de un entusiasta. Juan García Ponce llegó a afirmar que su religión es el arte. Yo coincido. El arte liga al artista con el mundo, con la vida; el arte, que siempre radica en la técnica y jamás en los discursos filosóficos o seudofilosóficos que justifican el vacío de lenguajes o la mediocridad, sólo aparece en el continuum vital, a lo largo de una vida, sea la del artista mismo al reformular su obra, o el de la obra que se abre paso en la vida. A ese continuum se le puede llamar constancia. La vida constante, conversaciones en el tránsito del milenio, es el libro donde Miguel Ángel Muñoz despliega las entrevistas que sostuvo con algunos narradores, historiadores, filósofos, investigadores, poetas y artistas. El cineasta Carlos Saura, los poetas José Ángel Valente y José Hierro, los pensadores Santiago Genovés, Adolfo Sánchez Vázquez, Raymond Carr, Jorge Herralde y Hugh Thomas, y los escritores Enrique Vila-Matas, Javier Marías, Álvaro Pombo, Ana María Matute y Juan Goytisolo son sólo algunos protagonistas que desentrañan sentidos, interpretan signos, profundizan en algún aspecto de su obra o emiten opiniones, juicios, críticas, comentarios en torno a los grandes temas estéticos, teóricos y, por ende, vitales. Cada autor expone sus obsesiones y puntos de vista, sus preocupaciones en general.
Es curioso que el libro se abra con Juan Goytisolo, quien ante una pregunta sobre la guerra y la muerte, reflexiona sobre estos temas perennes. Para Goytisolo, la única igualdad es la de los muertos, aunque se les maltrate: “He tenido bastantes experiencias en zonas de guerra para ver cómo los vencedores maltratan a los muertos de los vencidos”. Esta visión contrasta con la de Ana María Matute: “Yo me he quedado en la infancia. Engordé, envejecí y se me cubrió el cabello de blanco, pero aún vivo en un periodo infantil interminable”. También es congruente con el arte: “Creo que la censura es lo peor que puede sufrir un artista”. Javier Marías reflexiona sobre las traducciones y recursos del narrador. Francisco Ayala penetra en las intenciones del hombre de letras desde su experiencia, en la mecanización de la técnica y en la reacción que conduce a nuevas concreciones. El arte es estructura. Para el poeta Pablo García Baena, la poesía es un misterio: “Yo he dejado de escribir por mucho, pues la poesía viene cuando quiere, no cuando uno la llama. La poesía no es una ocupación”. El poeta testimonial José Hierro, por su parte, afirma que “el poeta es obra y artificio de su tiempo. El signo del nuestro es colectivo y social. La poesía es la búsqueda del conocimiento por la palabra; esto es un acto o método de iluminación interior”.
Sería prolijo exponer la esencia que cada autor despliega, con el acompañamiento de la voz del entrevistador, quien introduce siempre a sus personajes con una breve semblanza valorativa que ilustra su papel en la cultura de nuestro tiempo. Baste la presente nota para resaltar la importancia de La vida constante.
Miguel Ángel Muñoz, La vida constante, conversaciones en el tránsito del milenio. Editorial Praxis, México, 216 pp.