Ricardo Venegas

La tarea del poeta es refrescar el lenguaje de ese diálogo que se ha diluido en una jerga repetitiva y por ende ha perdido la fuerza de su significado. Miguel Soto lo confirma en Lo que amamos concluye, poemario que va de la muerte a la memoria del Padre, temas que han sido el eje de poemas como Algo sobre la muerte del mayor Sabines (Jaime Sabines), o de libros como Nostalgia de la muerte (Xavier Villaurrutia). La muerte nos acerca a nuestro verdadero ser. El encuentro con el Padre universal (que rememora obras como Mi padre, el inmigrante, 1945, de Vicente Gerbasi o las Coplas de Jorge Manrique por la muerte de su padre, 1477). Miguel dice: “Nunca pensé en la muerte como este día/ cuando tus manos son lanzas cóncavas vacías/ Cómo duelen tus ojos vacantes/ la piel fresca los cabellos plateados/ cuerpo sin tintes de agonía/ Nunca pensé en la muerte confinada/ el infortunio atravesó mis ojos con tu cuerpo/ no pareces cadáver ni parece callada tu existencia/ sólo sé que tus manos fueron palomas ceñidas por el vuelo/ Quise gritarte para resucitar de la propia desdicha/ que atendieras cierto verso en tus adentros/ para revivir la pena/ No hueles a muerto ni a desdicha/ ¡Sólo sé que la afonía abrumó el oído!/ ¡Un silencio acongojó el rostro de mi madre!/ flores blancas sus lágrimas/ un féretro aparente vacío/ y tanta Ave María llena de gracia/ en este desconsuelo”. Como en Beber de cáliz de Ricardo Garibay, la gran novela que narra la agonía y la muerte del padre, el bardo sabe que el poema también sabe contar, contar y cantar, tal como lo vivieron en la flor y el canto los antiguos mexicanos. En sus poemas hay un tono profundo en el que prevalece el “sólo un poco aquí” del gran coyote hambriento que fue Nezahualcóyotl: “Lo que amamos sucumbe/ runa de minúsculas inflexiones/ partículas grabadas por el tiempo/ Soy el interfecto dolor/ fiera mancuerna con la vida/ afanoso el viento mece al universo/ donde el camino tiene olor a flores de nardos y jazmines/ parimos en este dolor a un hijo desfigurado/ con grilletes que sofocan su canto/ percibo un palmo que en esencia/ es el tiempo de las penas/ derroche de lluvia estrepitosa y fría/ lágrima de la sandunga/ llanto de duda/ lamentos de la muerte/ Lo que amamos concluye”.

En Lo que amamos concluye el lector podrá encontrar el espejo humeante, el destino del hombre que siempre será el mismo, pero también la memoria y la inmortalidad de la poesía, la huella de quien ha estado sobre la tierra y la dignidad de ser hombre, la gracia de ser agradecido y la suerte de ser, parafraseando a Paz, “todos y ninguno”.

Miguel Soto, Lo que amamos concluye. VersoDestierro, México, 2017.