En la encuesta más reciente de la Presidencia de la República, levantada entre el 14 y 17 de octubre, Andrés Manuel López Obrador vuelve a aparece como el favorito para ganar la elección de 2018.

De acuerdo con esa medición, ninguno de los hoy aspirantes —Miguel Ángel Osorio Chong, José Antonio Meade, José Narro, Aurelio Nuño, Ricardo Anaya, Rafael Moreno Valle, Margarita Zavala o Miguel Ángel Mancera— tienen una calificación tan alta como la del tabasqueño.

La encuesta confirma, como también lo señaló en días pasados Consulta Mitofsky, que el partido más rechazado es el PRI. La mala percepción hacia el Revolucionario Institucional es de 51.7 por ciento frente a 35 del PAN, 34.7 de Morena y 33.8 por ciento del PRD.

Los números tendrían que significar para los asesores dos cosas: primero, que el competidor a vencer es, sin duda, López Obrador y, segundo, que el principal adversario está dentro de casa. Es decir, la mala opinión que hoy tiene la ciudadanía del PRI.

La duda es si la estrategia que se ha echado a andar desde el PRI y desde algunas oficinas de gobierno es la correcta para ganar en 2018. La pregunta cabe porque la táctica, de serlo, parece errática.

Hay cosas extrañas. Por ejemplo, el clima de nirvana, de confort, en el que hoy se desenvuelve el Peje. Si ponemos atención nos daremos cuenta de que, desde hace algún tiempo, nadie lo toca.

La retórica antilopezobradorista del dirigente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, no sirve, carece de efectividad por trillada y falta de ingenio.

La mira está hoy puesta en el presidente del PAN, Ricardo Anaya. En estas mismas páginas lo hemos calificado como “sepulturero del Frente Ciudadano” por su desmedida ambición de poder y haber llevado su partido a una de las crisis más profundas de su historia.

Hay, sin embargo, quienes de tanto golpearlo, de mantenerlo un día y otro también en las primeras planas de los diarios, acusado de enriquecimiento ilícito, están por convertirlo en víctima. Y de la victimización a la heroicidad, a estar en los primeros lugares de las encuestas, hay solo un paso.

Anaya, por cierto, aparece en los diferentes escenarios perfilados por la encuesta de Presidencia con 17 por ciento de aceptación, que lo coloca por debajo de Osorio Chong, Meade y Narro.

Y aquí viene la otra duda o pregunta: ¿la disputa del PRI es por asegurar el segundo lugar o por ganar el primero, es decir, la Presidencia de la República?

Los ataques contra Anaya y no contra López Obrador hacen pensar que la meta es quedarse con el segundo sitio. ¿Por eso López Obrador está tan tranquilo?

Pero hay algo más. PRI, gobierno y López Obrador han hecho públicas, como nunca, enormes coincidencias: temen y detestan el Frente Ciudadano por México, y prefieren tener fiscal general después de las elecciones, ¿también titular de la Fepade?

Se han dedicado a descalificarlo y a sabotear su consolidación. Es como si desde las más altas esferas del poder se trabajara para quitarle obstáculos al líder de Morena.

Aunque, también hay que decirlo, los principales enemigos del Frente son sus dirigentes, incapaces, hasta hoy, de operar para definir un proyecto de nación y un método democrático para elegir a su candidato.

Lo que se desprende de todo esto es que por alguna causa desconocida López Obrador ha dejado de ser el adversario a vencer y que el PRI está hoy dedicado a preparar y administrar su derrota. Cuando menos, así lo dejan ver las principales encuestas.