El 20 de noviembre de 1986 abrió sus puertas el Museo Nacional de la Revolución, un espacio de vanguardia museística dedicado a la divulgación de este proceso histórico que cumplió su 107 aniversario. Para conmemorar las fechas el recinto ofrece –como lo hace constantemente para sus visitantes- un recorrido a las distintas áreas de exhibición, donde se pueden apreciar las etapas constructivas del Palacio Legislativo y su Exposición Permanente, estructurada en orden temático y cronológico a través las ocho salas: La Consolidación del Estado Mexicano, El Porfiriato, La Revolución Democrática, La Revolución Política, La Revolución Popular, La Guerra Civil y la Constitución, Las Bases del Nuevo Estado Mexicano y El Cardenismo.

Además, en la Sala de Exposiciones Temporales se exhibe Ciencia y Revolución: Una muestra, bajo la curaduría del historiador Edgar Rojano, donde se puntualiza la investigación científica que siguió su curso durante la Revolución Mexicana. La exposición presenta una colección de publicaciones científicas y objetos como microscopios, telégrafos, pararrayos y termómetros, así como fotografías y otros archivos iconográficos que brindan otra perspectiva de este periodo armado.

“Esta exposición pone la luz y los reflectores sobre esos hombres y mujeres que en momentos cruciales en la historia del país centraron sus esfuerzos en la ciencia y contribuyeron al avance de la sociedad mexicana”, expresó el curador durante la inauguración. Asimismo, reconoció el trabajo realizado en el montaje, para “poder contar una historia tan complicada a partir de varios objetos”.

La propuesta de la muestra consta de cuatro grandes bloques temáticos. El primero está dedicado al llamado grupo de “Los Científicos” (grupo de notables) que formaba parte del gabinete de Porfirio Díaz; el segundo expone el trabajo de Manuel Gamio, presidente de la delegación mexicana en el II Congreso Científico Panamericano; los protagonistas del tercer apartado son científicos como el biólogo español Alfonso Luis Herrera, que mantuvieron el desarrollo científico del país durante la etapa revolucionaria.

En el colofón de la muestra se presentan ejemplos de cómo científicos e intelectuales resolvieron problemas inherentes a las batallas. Para ello se propone una relectura científica de imágenes emblemáticas del periodo, como la Decena Trágica, la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México y un retrato de Álvaro Obregón sin su brazo.

Desde la óptica de la ciencia en el proceso revolucionario, Edgar Rojano espera que Ciencia y Revolución: Una muestra sea provocativa para el público y ayude a entender su papel en la complejidad de los procesos históricos actuales. “Nos saldremos de la guerra, aunque está presente. La guerra será un pretexto para hablar de la ciencia”, apuntó.