Desde los lanzamientos de las bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945, la carrera por conseguir este armamento se disparó entre las principales potencias bélicas del mundo. La confrontación principal fue librada por Estados Unidos y la Unión Soviética, esta última vio en la posesión de esta arma estratégica la posibilidad real de evitar que Occidente pudiera interferir con sus intereses geopolíticos.
El 22 de agosto de 1949, Moscú detonó con éxito su primera bomba atómica con una potencia de 22 kilotones, a partir de entonces la carrera nuclear se hizo cada vez más intensa. Se creó un ambiente de tensión global ante el miedo de que el mundo pudiera quedar destruido en una conflagración nuclear. Aunque esto no sucedió, sí hubo momentos que orillaron al mundo bipolar a estar al borde de un cataclismo semejante.
La crisis entre Estados Unidos con la Unión Soviética ya es cosa del pasado, pero de un pasado muy cercano. Generales retirados como el estadounidense James Cartwright y el general mayor ruso Vladimir Dvorkin, han advertido desde 2015 que el mundo está con un pie en el holocausto nuclear. Entre ambas potencias priva el factor de ataques de represalia basada en la información recibida de los sistemas de alerta temprana —satélites y radares terrestres—. El proceso significa que el tiempo de vuelo de los misiles estratégicos oscilaría entre 15 y 30 minutos, eso hace que la decisión de iniciar un ataque de represalia se tome en cuestión de minutos. Estados Unidos y Rusia están en este ámbito más expuestos que durante la Guerra Fría.
Otro factor preocupante es el de Corea del Norte. Orientado por la defensa de su territorio contra la amenaza de una invasión estadounidense, el régimen de Pyongyang ha justificado el desarrollo de armas nucleares y de un programa balístico exitoso que ha puesto nervioso al actual presidente Donald Trump y mantiene a prueba su estilo pendenciero de tratar los temas de seguridad, sobre todo el referente a la cuestión norcoreana.
A lo largo de este año, la confrontación entre ambos países se ha dado más en el plano político y diplomático, que en el asunto militar. Sin embargo, los dimes y diretes han sido un medidor del conflicto a tal grado que la comunidad internacional está al pendiente de un desenlace por parte de quién dirá la última palabra.
Por una parte, el líder norcoreano Kim Jong-un ha advertido que usará todo el poderío logrado por su programa nuclear para “domesticar al viejo chocho estadounidense” por haber insultado a su país, y, por otro, Donald Trump se exhibe con prepotencia para demostrar que no le agrada que Norcorea le exhiba su arsenal, con el que la CIA asegura que ya puede atacar su territorio nacional.
En febrero pasado, el Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe (OPANAL) presentó un balance de la situación mundial en torno al peligro latente que significan los arsenales atómicos. En ella, diversos analistas de renombre internacional expusieron sus preocupaciones a la pregunta ¿Es posible y deseable tener un mundo libre de armas nucleares? Expertos como William J. Perry aseguran que el peligro de una guerra nuclear lo puede iniciar un simple error de computadora, que desataría el sistema de represalia temprana antes mencionado.
Por otra parte, Lord Browne asegura que el mundo podría estar en camino a su propia destrucción no solo ante el peligro de que guerras convencionales puedan escalar hacia una conflagración nuclear, sino porque la educación ha omitido incluir los parámetros de desarme atómico en los programas escolares. En suma, se están creando generaciones ajenas e ignorantes al peligro nuclear.
Estas son las opiniones que OPANAL autorizó a Siempre! para fundamentar esta investigación.
El efecto dominó bélico
Creo que el peligro de una catástrofe nuclear en la actualidad es más grande que durante los años de la Guerra Fría. No solo es mi opinión. También es algo compartido por la mayoría de los científicos, que cada año reinician el llamado reloj del fin del mundo. Recientemente establecieron este reloj a los 2 minutos y medio hasta la medianoche, es decir, más cerca del fin del mundo que el 80 por ciento de los años de la Guerra Fría. Entonces, ¿por qué aceptamos que el mundo esté tan cerca del día del juicio final y qué podemos hacer para reducir el peligro de una catástrofe nuclear?
Existe una idea errónea incluso entre los encargados de hacer la política en Rusia y Estados Unidos, respecto a la naturaleza del peligro nuclear y de cómo enfrentarlo, lo que equivale a una reconstrucción del arsenal nuclear de la Guerra Fría.
Ambos países están sumidos en este esquema porque sus líderes militares aparentemente creen que el principal peligro que tienen que enfrentar es la posibilidad de ser atacados por otro país que posea armas nucleares. Con base en eso, ven que su mejor curso es fortalecer su disuasión, mediante la modernización de sus fuerzas, pese al enorme costo que esto conlleva. Si echamos una mirada atrás, podremos advertir que esta percepción era incorrecta durante el ámbito de la Guerra Fría, pues ninguno de los dos bandos estaba planeando lanzar un ataque nuclear. Hoy podemos decir, con toda seguridad, que el real peligro de las armas atómicas es que se cometa un error con ellas.
Crisis de los misiles
Durante la crisis de los misiles cubanos, por ejemplo, quedó perfectamente demostrado que ni Kennedy ni Jruschov querían una guerra. Sin embargo, ambos estuvieron muy cerca de hacerlo. Kennedy estimó que era una posibilidad en tres, una en tres, que la crisis de los misiles cubanos daría lugar a una guerra. En mi opinión, la estimación de Kennedy fue optimista. Era optimista no porque Kennedy lo fuera realmente, sino porque hizo sus estimaciones sin tomar en cuenta los factores predominantes del problema.
Él no sabía, por ejemplo, que además de la longevidad de los misiles que los rusos estaban desplegando, las tropas en la isla ya tenía armas nucleares tácticas y estos misiles ya estaban emparejados con ojivas nucleares. Y ellos, los comandantes, tenían la autoridad de usarlos sin notificarlo a Moscú.
Durante la Guerra Fría hubo al menos tres falsas alarmas de ataque nuclear contra Estados Unidos. A mí me tocó vivir una de ellas, que fue cuando el cuartel general estadounidense detectó que 200 misiles habían sido lanzados por la Unión Soviética.
En realidad había sido un error de las computadoras, pero eso me hizo pensar en lo que esta falsa alarma hubiera desatado. Lo que pasó fue que un operador colocó una cinta de simulación de ataque, en lugar de instalar la cinta operativa de la computadora. Es decir, colocó un programa de entrenamiento que hizo una simulación muy realista de un ataque soviético.
Desconocemos si la Unión Soviética también pasó por situaciones parecidas. Sin embargo se sabe de un caso semejante al que describí ocurrido en 1982 y que por cierto dio origen a la película El hombre que salvó el mundo. Esa falsa alarma soviética también resultó ser atribuible a un mal funcionamiento de la computadora.
Al borde de errores humanos
Esto quiere decir que el peligro no era que Rusia o Estados Unidos lanzaran un ataque sorpresa sobre el otro, sino que cometeríamos un error en una guerra nuclear ya sea por error de cálculo, como en el caso de la Crisis de Misiles en Cuba, o por accidente a través de una falsa alarma. Lo preocupante es que esto último sigue pasando actualmente. Todas las falsas alarmas que conocemos aproximadamente fueron resultado de errores, de un error humano o de las computadoras. Los humanos volveremos a equivocarnos, las máquinas volverán a errar y nosotros todavía seguimos basándonos en una política llamada “lanzar como advertencia”.
De esta manera, tenemos que el futuro de la civilización estará en manos de un oficial de inteligencia que sea frío y calculador; si no lo es, entonces la situación quedará directamente en las manos de los dirigentes, esperando que sean lo suficientemente reflexivos como para evaluar atinadamente el caso.
Hay que destacar también que la reconstrucción de los arsenales nucleares de la Guerra Fría no significa que se puedan evitar estos peligros reales que acabo de describirle. Por el contrario, los aumenta como consecuencia precisamente de la reconstrucción de nuestros arsenales nucleares y esto trae consigo la reanudación de los ensayos nucleares.
William J. Perry, exsecretario de Defensa de EU
El peligro más grande de la humanidad*
Estamos en un punto en la historia donde, debido al nivel de estos arsenales, debemos agradecer a Dios de rodillas que no hayan sido usados nuevamente desde Hiroshima y Nagasaki, y que no haya habido un accidente catastrófico. En cambio, ¿qué tenemos? Tenemos a un Vladimir Putin prometiendo más acumulación de armas, tenemos a un Donald Trump emitiendo un tuit tras otro y promoviendo la sabiduría de una nueva carrera armamentista. En Gran Bretaña, nuestro primer ministro considera que tiene el derecho a usar armas nucleares, en caso de tener que hacerlo. Por otra parte, la OTAN, la más grande coalición militar en el mundo, cree que es necesario prepararse para una escalada de guerras convencionales que conllevarían a una guerra nuclear. Este es el panorama peligroso en el que estamos viviendo.
El peligro más letal
Mencioné ante el Foro Mundial Económico que las armas de destrucción masiva constituyen el peligro más grande de la humanidad. Pese a esto, ninguno de los debates y discusiones en la reunión anual del FEM el mes pasado se centró en el armamento nuclear u otras armas de destrucción masiva. Eso plantea la pregunta: ¿por qué?
El desarme nuclear no es la moneda de los medios de comunicación tradicionales, ni se enseña mucho en las escuelas y universidades. Hay expertos que han tocado este tema, como el Dr. William J. Perry y otros que mantienen el bandera alta para llevar estos conocimientos a las generaciones jóvenes. También la Oficina de Asuntos de Desarme de las Naciones Unidas, y otros como yo, estamos haciendo hincapié en la enseñanza de este tema. Sin embargo, sigue siendo algo que solo un grupo relativamente pequeño de especialistas de la comunidad diplomática y organizaciones no gubernamentales quienes continúan abogando contra las armas nucleares y crear conciencia entre el público.
Lord Desmond Brown, vicepresidente del Nuclear Threat Initiative
*Título de la Redacción