Corrupción y tramas de poder en un caso policial en el que nadie es del todo inocente, es lo que narra el recién premio Cervantes 2017, Sergio Ramírez, en su novela negra, Ya nadie llora por mí”, obra que presentó, con la sala abarrotada, durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

“Mucho dicen que soy un escritor político, no es así: mi literatura es más que todo humana, no trato directamente asuntos ideológicos en mis libros. He querido ser un cronista de lo humano”, expresó el integrante de la Generación del Postboom, quien añadió que con esta novela regresa al género policiaco como una excusa, en donde el poder tiene cierta prioridad, ya que a diferencia de lo que sucede en la novela negra anglosajona, donde la policía, la justicia y el Estado funcionan bien, “los detectives del género latinoamericano son personajes más degradados, más contaminados, están desbordados por la presión de las sombras del poder”, apuntó.

Durante su participación, sostuvo que su novela editada por Alfaguara, marca la enorme línea en el que “el poder político al adquirir el poder económico es sinónimo de corrupción”, señaló en entrevista para La Jornada, el escritor nicaragüense.

“Los problemas de corrupción, impunidad y abusos son comunes en muchos países de Latinoamérica, pero lo más triste de Nicaragua es que hubo una revolución y es como si la huella de ese cambio profundo nunca hubiera ocurrido”, aseveró el autor, uno de los críticos más fieros del régimen político de su país.

“Este es un libro coral y platicado, una obra de diálogos que hacen avanzar la acción”, expresó Ramírez, en donde manifestó que en cuanto a los nombres alegóricos y pop de los personajes —Dolores Morales, Vademécum, Lord Dixon, Chuck Norris— hecho mano de sus raíces en Masatepe, uno de esos pueblos pequeños, y de su familia: “tenía unos tíos músicos, que estaban siempre en la calle y jugaban a ponerle apodos a todo el mundo”.

A la par, Sergio Ramírez en su visita a México para participar en la FIL, intervino en el acto dedicado al Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias, a 50 años del haber ganado ese galardón y en los ciclos Latinoamérica viva y Nombrar a Centroamérica.

En él, Ramírez recordó el rechazo y la acusación de plagio que Asturias hizo respecto a “Cien años de soledad”, el libro del colombiano Gabriel García Márquez, publicado en 1967, mismo año en que el guatemalteco ganó el Nobel de Literatura.

“Este hecho no ayudó mucho para que se establecería una relación de respeto y consideración por parte de los autores del “boom” hacia la figura de Asturias quien, sin embargo, fue un impulsor del realismo mágico”, consideró el autor de “Margarita, está linda la mar” (1998).

Destacó la aportación que Asturias hizo a la literatura latinoamericana con libros como “Leyenda de Guatemala” (1930), su primer libro, el cual marcó un hito no solo en la literatura centroamericana, sino en lengua española.