La novela El Jarama es considerada una de las grandes obras de la literatura ibérica contemporánea. De lectura obligada en nivel bachillerato y objeto de diferentes estudios a nivel superior, recibió numerosos premios y reconocimientos en su momento y ha trascendido a ser una referencia imprescindible dentro del género del realismo social. Tal creación, la hizo posible la mente lúcida de un hombre que, al igual que su obra, parece dispuesto a romper las barreras del tiempo, Rafael Sánchez Ferlosio.

Hoy cumple 90 años el escritor nacido en Roma, de padre español y madre italiana, y dice encontrase en blanco al iniciar una conversación con el diario El País: “Yo no sé hablar. A mí no se me ocurre nada”. Sin embargo, las respuestas concretas y cortas son cosa difícil en un diálogo intelectual, y Sánchez Ferlosio recurre a ellas en cada pregunta.

El enredo de hablar de patriotismo en España durante estos días volátiles lo resuelve parafraseando a El Roto con “…no soy patriota. El patriotismo me da claustrofobia”.  Admite leer los periódicos como una suerte de degustación gourmet.

“Tengo dos lupas. Leo la prensa, pero pocos artículos. Leo los titulares y luego escojo. El artículo entero pocas veces lo leo. Leo unas cuantas frases. Leo el titular, todos los titulares. Y solo algunos artículos enteros, cuando me interesan”.

Con un duro sentido del humor, el Premio Cervantes en el año 2004 no vacila en decir que Mario Vargas Llosa le interesa “porque es un poco de risa” y “muy malo”, y por ello le da curiosidad la obra del Nobel peruano. Piensa también que Santo Tomás es un hombre respetable, aunque no debe excederse su lectura, “tiene una prosa horrible” , delimita el también padre de Las semanas en el jardín, pero también “tiene sustancia” , concluye como forma de absolución .

El equilibrio de las contradicciones parece haber llegado a su vida cuando comenta que no se encuentra de acuerdo con todo lo que ha escrito y que la edad le tiene arrinconado en casa, viéndose casi obligado a ver televisión.

“No me gusta nada la televisión. Me parece horrorosa. Me parece, la española, más horrorosa que ninguna. Me parece un fracaso y un apoderamiento de la publicidad tremendo. La televisión se encontró con la publicidad e hicieron un pan como unas hostias. Porque es horrible, horrible, horrible. Horrible el ser instrumento de la publicidad y tener tanta publicidad. Tanta, tanta. Y el ser tan horrible, tan mala.”

Un percepción similar parece tener del conflicto de Cataluña y también sobre su novela El Jarama con la que no puede reconciliarse, pues le parece incongruente en su conjunto, más no en su prosa, metáfora y figura por separado. Naturalmente, no es su creación favorita.

“Será que solo me quedo con el Alfanhuí. Yo vivía entonces en casa y se lo iba leyendo a mi padre y a mi madre conforme lo escribía. No me acuerdo qué edad tenía. Eran incondicionales de lo que escribía. Mi madre pagó la edición. Costó 13.000 pesetas, 1.500 ejemplares. Fue un negocio particular. Alfanhuí tuvo una crítica decisiva. Estaba en el copito, en el auge, y Camilo José Cela me hizo una crítica muy buena. Le gustó. Y eso le dio un empujón imponente”.

El hombre sabio cierra la puerta para dedicarse por completo a su nieta quien le parece “fascinante”, y espera llegar a su siglo teniendo el privilegio de ser de él únicamente un espectador que disfruta viendo la película sin traspasar la pantalla.