En una contienda que arrancará en tercios, con el destape de José Antonio Meade y la permanente y añeja campaña de Andrés Manuel López Obrador se aseguran ambos de aparecer en la boleta electoral del próximo año; únicamente queda pendiente la definición de quién será la cabeza del llamado frente opositor.

Con ello no terminan las turbulencias, por el contrario, comenzarán las descalificaciones en una contienda donde el ambiente se encuentra plagado de inconformidades entre la inseguridad y la corrupción, cargando cada quien en su morral el peso del desprestigio institucional.

Ahora le corresponde al Frente Ciudadano por México — conformado por el PAN, PRD y MC— hacer lo propio, en condiciones difíciles, pues por más acuerdos y negociaciones que realizan entre sí, sus dirigentes están conscientes que dejarán heridos en el camino, en consecuencia la apuesta para salir con el menor costo posible se centra en sanar heridas, con todos los riesgos que ello implica.

Así las cosas, López Obrador no tiene dificultad alguna en su nominación, pues es el dueño y líder máximo de Morena; por parte del PRI utilizaron las viejas prácticas del dedazo presidencial echando mano de la disciplina partidista, que si bien no deja satisfecha a la totalidad de su militancia, el método —dadas sus costumbres—, les resulta efectivo, en cambio, en el Frente el reto es mayúsculo.

En efecto, mientras que por un lado las decisiones cupulares en esos institutos son reglas tradicionalmente normales, en el caso del Frente sus especiales circunstancias y las expectativas generadas podrían crear un ambiente adverso si caen en conductas similares, razón por la cual es esencial guardar las formas.

El Frente no se encuentra en la posibilidad de cometer errores, pues cualquier paso en falso le traería graves consecuencias, está obligado a ser extremadamente cuidadoso, sus potenciales contendientes ya dieron el primer paso sin grandes dificultades, no puede comenzar la carrera a tropezones, sin prisas ni pausas, a su ritmo.

Por otra parte, no deja de observarse que la alianza conformada por los tres partidos avanza desde una perspectiva integral, con una visión amplia y candidaturas comunes en la gran mayoría de las posiciones en disputa, mientras que Morena y el PRI apenas inician sus procesos de negociación con otras fuerzas, en esa medida, los tiempos se empatarán entre todos.

En la tabla de posiciones, continúa López Obrador liderando las preferencias, circunstancia que lo coloca como el adversario a vencer, la disyuntiva que se presenta consiste en los cálculos de qué persona resulta más competitiva para afrontar el reto, pues finalmente las próximas elecciones presidenciales no se decide quién será el presidente de la república, sino hacia dónde se dirigirán los inevitables cambios de régimen.