En el año de 1901, en Madrid, nació Enrique Jardiel Poncela. Moriría 50 años después en la misma capital española arruinado económicamente y casi en el olvido, como muchos de los humanos en el mundo. Sin embargo, entre las dos fechas ineludibles en que puede resumirse su vida, Jardiel Poncela realizó una polifacética labor que lo llevó a los españoles, nada menos, que a repensar  la manera de hacer teatro.

Y es que el tiempo del autor de Amor se escribe sin hache fue completamente contradictorio para su personalidad; poseedor de un ingenioso sentido del humor, que no por ello dejaba de ser extraordinariamente  intelectual, Jardiel Poncela remó contra la corriente naturalista tradicional ibérica que imperaba en la dramaturgia. No es raro, pues, que la revolución que había organizado en Madrid fuese para él un autentico impulso de fama y genialidad que lo llevaría pronto a firmar con los estudios Fox, siendo contratado como adaptador de guiones al castellano.

La fascinación de la Fox por Jardiel Poncela fue tan significativa, que incluso la empresa reprodujo un café madrileño para ser oficina del escritor, la llamó Poncella´s office. Entre las personas que transitaban por ahí estaban Charles Chaplin y los hermanos Marx; de ese tiempo nacieron algunas de sus más brillantes y exitosas obras:  Un marido de ida y vuelta, Los ladrones somos gente honrada  y Eloísa está debajo de un almendro, por mencionar algunas.

De un libro homónimo de su nieto Enrique Garllup Jardiel y esta etapa, es precisamente de lo que habla la exposición Jardiel, la risa inteligente, que había sido ya presentada en Zaragoza con el nombre de su oficina en Hollywood; a partir de hoy la recibirá el Instituto Cervantes.

Conformada por 150 piezas, la muestra recorrerá las muchas vertientes se expresó la vida de Jardiel Poncela, por lo que será posible lo mismo ver  manuscritos, tiras cómicas que videos y fotografías.

“Su espíritu, como la época que le tocó vivir, era vanguardista. Le gustaba probar y mezclarlo todo. De una tira cómica podía salir una obra de teatro”, dice afablemente Garllup Jardiel, quien además es contundente en señalar la pasión y entrega que su abuelo ponía en su tarea: “Esto lo aprendió de Chaplin, que siempre le decía que para que una película fuera coherente el guionista debía encargarse también de la dirección, supervisar la producción y hacer el montaje final”.

Jardiel, la risa inteligente una excelente oportunidad de reivindicar a un gran artista que fue opacado por una supuesta asociación al franquismo que nunca ha sido verosímil. “Por suerte en los últimos años su obra se está imponiendo por encima de esa imagen negativa”, señala Garllup Jardiel.

(Con información de El País)