El más reciente informe de la DEA advirtió que los mexicanos dominan el mercado de drogas en su país y prevé que se fortalezca en el futuro próximo; detalla que en México células delictivas como Guerreros Unidos son los principales responsables del tráfico de la heroína y la metanfetamina, que se produce en “súper laboratorios” en nuestro país.
Recientemente la Procuraduría General de la República reconoció que en México operan nueve cárteles de la droga, de los cuales, siete controlan 43 células criminales o pandillas. Dichas organizaciones operan en 23 estados; Guerrero es la entidad con mayor presencia de cárteles, con cuatro, seguido de Baja California y Chihuahua, con tres cada uno.
Así que prácticamente todo México es territorio del narco. Por evidente incapacidad o por oculta complicidad, pero es una realidad que no puede negarse y que las mismas autoridades confirman. No hay un solo estado donde no se encuentre asentada una organización criminal, y en cerca de una tercera parte del total se libran luchas encarnizadas por el control de dichas plazas entre dos o más cárteles de la droga.
Su dominio es tal que corrompen las instituciones que supuestamente las combaten.
De acuerdo con un reporte clasificado del Grupo de Acción Financiera Internacional —al que tuvo acceso Reuters—, el narcotráfico, los delitos fiscales y otros crímenes generan al menos 1.13 billones de pesos cada año (unos 58 mil 500 millones de dólares), que es susceptible de ser sometido a lavado de dinero, algo así como el 6.6 por ciento del PIB anual.
Entonces resulta inimaginable creer que los hijos de Joaquín, el Chapo, Guzmán se sienten a dialogar con Andrés Manuel López, en caso de que gane la presidencia en los próximos comicios electorales de 2018, para que el tabasqueño les pueda otorgar el “perdón” y ellos se dediquen a trabajos honestos, pero jamás tan redituables.
Una cosa es que hayan agarrado desprevenido al líder de Morena con preguntas que lo llevaron a soltar una idea tan descabellada, pero otra es que después de la tormenta que se armó, López Obrador sostenga tal propuesta, basándose en el perdón y el olvido.
Quizás motivado por la estrategia que Colombia usó en su momento, Andrés Manuel se sienta motivado a disminuir la violencia con base en una paz consensuada, la duda es: ¿dónde queda la justicia?
¿Qué pasará con las miles de víctimas que año con año dejan los cárteles? ¿Qué opinará el gobierno estadounidense sobre la propuesta? Ya que estos últimos son quienes ponen las otras muertes, es decir, quienes mueren por sus adicciones, hecho que actualmente ocurre con intensa gravedad.
Lo peor es la terquedad de quien no entiende que no entiende, lo cual quedó clarísimo al confirmar que AMLO, simplemente, jamás aceptará cuando se equivoca, al contrario, su terquedad siempre ha sido su talón de Aquiles.
Pues incluso Andrés Manuel aseguró que a los secretarios de Defensa y Marina, “les ordenaron lanzarse en su contra”, y acudiendo una vez más a una referencia bíblica, justificó que no cree que se pueda resolver el problema de la violencia con la consigna “ojo por ojo, diente por diente”.
En este sentido, el analista Héctor de Mauleón cuestiona en su columna publicada en El Universal: “¿La solución que AMLO analiza, el camino que AMLO no descarta, consiste en ofrecerles impunidad? No creo que la guerra contra las drogas haya servido para otra cosa que para detonar mayor violencia. Por ningún camino, sin embargo, amnistiar a estos personajes garantizará la paz: solo será una forma de cancelar el acceso a la justicia para cientos de miles de mexicanos”.