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Dialogar para coincidir, no para exacerbar diferencias

diciembre 30, 2017 | Por José Fonseca

Para dialogar, preguntad primero;
después…, escuchad.
Antonio Machado

Apenas van 17 días de eso que la ley electoral llama precampañas, pero en estricto rigor la campaña presidencial está en marcha, y es creciente la polarización, quizá mayor a la de 2006.

Lo vemos a diario en las redes sociales, maravillosos instrumentos de moderna comunicación, pero también ágora a la cual acuden, la mayoría desde el anonimato, los rumores y las acusaciones más delirantes, algunas de las cuales los medios tradicionales se sienten obligados a reproducir.

Las campañas, es cierto, son el momento en que todas las fuerzas centrífugas de la sociedad se ponen en marcha, para intentar imponerse y hacer prevalecer sus intereses en las políticas del nuevo gobierno que surja de las elecciones del 1 de julio de 2018.

El diálogo es esencial en una sociedad como la nuestra, donde convivimos más de 120 millones de mexicanos, con los puntos de vista más diversos, más contradictorios. Entendamos que por esa razón mediante el diálogo debemos buscar nuestras coincidencias, en lugar de exacerbar nuestras diferencias.

Lamentablemente, no hay muchas razones para ser optimistas. En las narrativas de los precandidatos y sus aliados domina la descalificación. No es que uno se asombre de ello, pues en las campañas se trata de presentar a nuestros adversarios como tontos o como imbéciles.

Sin embargo, tomemos en cuenta que la república atraviesa momentos difíciles. No está definido cuál será el rumbo que tomará la hostilidad de Washington hacia México, con las dificultades económicas que eso significa.

Nuestras élites políticas y económicas parecen no entender, oootra vez, que la amenaza no es trivial, pues a los intereses extranjeros no les importan las consecuencias de sus acciones, ni las económico financieras, ni las sociales, vamos, no les importa si hay inestabilidad, porque ellos nunca pierden.

Las dificultades futuras, como decía Federico Chopin, si se eluden, más tarde se convertirán en un fantasma que no nos dejará reposar.

Una pena que las actitudes de las fuerzas políticas que se disputan el poder y nuestras élites se dejen arrebatar por la retórica y por la demagogia propia de nuestros tiempos y se haga imposible el diálogo.

Si, como dice Machado, según el epígrafe de estas líneas, para dialogar hay que saber escuchar, en las circunstancias actuales pareciera que nuestras élites políticas y económicas no están dispuestas a dialogar. Habría que recordarles que en el pasado ya nos ha ocurrido algo similar.
Ahora, en la democracia, puede repetirse que las disputas por el poder entre nuestras élites políticas y económicas olviden nuestro pasado. Y, quien lo hace, sentenció Santayana, está condenado a repetirlo.

jfonseca@cafepolitico.com

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