Al parecer, la definición del debate ideológico se centrará en el modelo económico y en la aplicación correcta, o no, de las denominadas reformas estructurales.

La candidatura de José Antonio Meade deja claro el proyecto que planteará a la sociedad con el propósito de alcanzar la prosperidad y el desarrollo; su formación académica asegura su conocimiento a fondo del modelo neoliberal, de sus luces y sombras y de la necesidad de gradualizarlo, como lo han concebido los brillantes economistas del tiempo actual Joseph Stiglitz y Thomas Piketty.

Por otra parte, en la propuesta que hizo a la sociedad Andrés Manuel López Obrador no se atreve a cuestionar este modelo, pero sí plantea algunos elementos que se acercan al pensamiento keynesiano.

Por ello, el futuro de la nación va a definirse en 2018 sobre estas premisas de teoría económica, que generarán explicaciones y fórmulas sencillas que puedan entender los votantes que, no siendo expertos, sí pueden discernir cómo visualizan su futuro personal.

La candidatura de Meade ha sido positiva para el PRI y para el gobierno, por varias razones públicas y privadas, que quisiera destacar:

Primero, su vida personal ha estado regida siempre por una ética impecable, dada su formación familiar y religiosa.

Segundo, no ha sido tentado por la hidra de mil cabezas, que es la corrupción, cuyos efectos han sido devastadores en la gestión pública y en el enriquecimiento de la empresa privada.

Tercero, ha mantenido un perfil de humildad y seriedad, destacando su vida personal y familiar que podemos calificar, sin exageración, de ejemplares.

Cuarto, su vida académica está claramente definida por una inteligencia de alto nivel, tanto en su carácter de estudiante, cuanto como profesor universitario.

Quinto, su actuación en la vida pública en los diversos cargos que ha ocupado están claramente marcados por una aspiración hacia la eficiencia y la transparencia, lo mismo en la Financiera Rural que en las Secretarías que ha desempeñado.

Sexto, no ha militado en ningún partido, lo que lo convierte en lo más cercano a un candidato ciudadano que, en este momento de crisis de los partidos políticos, puede concitar simpatía y solidaridad de enormes grupos de votantes que están hartos de la partidocracia.

Por otra parte, la incongruencia teórica del Frente Ciudadano por México no tiene una claridad que impacte a la sociedad y, parece ser sólo la coalición de tres partidos que buscan el poder sin un proyecto definido.

Por otra parte, la no definición de un método para elegir a su candidato a la presidencia, ya produjo una baja importante cuando Margarita Zavala abandonó las filas del PAN y hoy sigue pendiente la acción de Rafael Moreno Valle, que tiene una visión distinta a la del controlador y jefe Ricardo Anaya.

Asimismo, no deja de sorprender la posición de Miguel Ángel Mancera que plantea, con todo derecho, su participación en una fórmula democrática para obtener la candidatura presidencial.

De seguir las cosas así, la competencia electoral se va a centrar entre dos proyectos: el de Meade y el de López Obrador.