En México no hay ni ha podido haber eso que se llama espíritu nacional, porque no hay Nación. Mariano Otero

El poder es amenazante tanto para quien lo detenta como para quien está sujeto a él. Todo tipo de poder necesita una contención para frenar su deseo de dominación. En sociedades tribales, según el antropólogo Pierre Clastres, el poder residía en el conjunto social quién elegía a un dirigente simbólico que era destituido o asesinado cuando intentaba abusar del poder conferido. En las civilizaciones democráticas quien ejerce el poder sale del alcance de la voluntad de quienes lo eligieron, varias instancias los ligan, pero también se interponen entre ellos, incluso la del poder policial y militar que puede ser usado en contra de los ciudadanos; es decir, el poder de las armas dueñas de la vida y de la muerte.

En el México del siglo XIX se gestó una herramienta jurídica que ha mostrado su pertinencia en diversas circunstancias. A veces nos ha parecido proteger a quienes consideramos culpables, otras a quienes vemos como inocentes —hoy, al rector de la Universidad Autónoma de Morelos, Alejandro Vera—, en todo caso preserva el derecho humano de ponerse bajo el amparo de la Ley contra el Poder.

La Ley de Amparo, que ha ido evolucionando con el tiempo, estuvo ligada a un hombre casi desconocido para el público actual, e incluso para los abogados, y que este año celebraría su natalicio: Mariano Otero Mestas (1817-1850). El abogado y político originario de Guadalajara, Jalisco, plasmó a nivel federal un artículo que Manuel Crescencio Rejón añadió en la Constitución de Yucatán de 1841.

La intencionalidad de la Ley de Amparo fue, de inicio, la protección de las garantías individuales contra los abusos de poder. Abrió un espacio de protección constitucional de los derechos humanos que la Constitución y los Tratados Internacionales a los que México se adhiere establecen cuando éstos son violados por normas generales, actos u omisiones de autoridades e incluso, ahora, por particulares. Los ciudadanos pueden así protegerse contra arbitrariedades de aquellos que detentan el poder. Se habla de “suspensión” cuando la autoridad que debería ejecutar el acto no puede ejercerlo. Además, quien solicita el amparo es restituido en sus derechos humanos. Cabe añadir que la evolución de la ley de amparo se amplió, en 2013, a la protección de derechos colectivos en cuanto son derechos humanos. El poder tiene así un freno al interior mismo de la legislación.

Por la originalidad e importancia de esta iniciativa, el Congreso de la Unión celebra en grande este año el doscientos aniversario de nacimiento de Mariano Otero quien, a pesar de su prematuro fallecimiento a los 33 años, atravesó una situación sumamente difícil para el país. Como político fue Diputado constituyente (opuesto a la firma del Tratado Guadalupe Hidalgo) y Alcalde de la Ciudad de México. Además fue autor de varios libros, entre ellos Ensayo sobre el verdadero estado de la cuestión social y política que se agita en la República Mexicana. Católico convencido, fue sin embargo crítico del poder que en esos momentos tenía la Iglesia y también mostró en sus escritos la miseria en la que vivían grandes sectores sociales.

El juicio de amparo abre la posibilidad de no ser víctimas de un poder arrasador, como el que Graco Ramírez usa en contra de sus opositores para destruirlos para satisfacer su deseo de gobernar Morelos a través de su hijastro.

Además, opino que se respeten los Acuerdos de San Andrés, que se investigue Ayotzinapa, que trabajemos por un nuevo Constituyente, que recuperemos la autonomía alimentaria, que revisemos las ilusiones del TLC y que evitemos la politización de los terremotos.