El 25 de noviembre se recuerda como la fecha establecida para el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, ello al evocar los asesinatos de las hermanas Mirabal, Patricia, Minerva y María Teresa en la República Dominicana en las postrimerías de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, aquel individuo nefasto del que nos hace una extraordinaria descripción Mario Vargas Llosa en La fiesta del Chivo.

El fantasma de la violencia jamás ha dejado de dar vuelta por el mundo y así lo refiere la historia humana; guerras, abusos y recursos de esa índole arbitraria expoliaron a muchos pueblos, esa tendencia se aprecia en la actualidad.

El señalado Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer hace recordar muchas injusticias, una deuda histórica.

Si revisamos la historia y nos remontamos a la etapa de los griegos clásicos que patentaron la democracia hace más de dos mil 500 años, nos damos cuenta que la mujer fue excluida porque las prácticas políticas se destinaban a los hombres.

Se podría argumentar que tales bloqueos a la mujer fueron hace más de dos milenios, no votaba y no concurría al banquete de la democracia; no obstante, en nuestro país apenas en la década de los años cincuenta del siglo XX se les permitió emitir el sufragio.

También en la Antigüedad, concretamente si leemos el libro del Génesis bíblico es Eva quien provoca la expulsión del paraíso de Adán y de ella misma por incitarle a probar del fruto prohibido. Para los helenos, Pandora destapa la caja de los males y Elena provoca la guerra contra Troya, no puede ser coincidencia que la mujer reciba el estigma, la marca de la fatalidad.

Luego de los citados marcos referenciales vayamos a los datos de la actualidad: en Michoacán entre 2008 y 2014 se asesinaron más de 700 mujeres, más de siete mil han sido violentadas en lo que ha transcurrido de la presente anualidad. Esos son indicadores reportados por el gobierno estatal, espeluznantes las cifras. En los últimos tiempos hasta llegar al 2017 los feminicidios se han incrementado.

Se habla de la democracia como la fórmula infalible para que la voluntad ciudadana incida en la toma de las grandes decisiones, algunos suponen que ese asunto inventado por los griegos sólo es sinónimo de elecciones; ese modelo milenario debe ser asumido como un estilo de vida no sólo como depositar el sufragio en la urna cual efímero ritual.

Mientras los expedientes de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, que se cuentan con una interminable fila de cruces, no se hayan resuelto y se acabe con esa pavorosa impunidad no habrá una verdadera democracia.

Mientras el Estado de México registre macabras cifras de feminicidios que en la mayoría de los casos queden sepultados en la impunidad entonces la democracia no pasa de ser un cuento.

La violencia contra la mujer y toda la humanidad debe extirparse de la faz de la Tierra, estamos en el siglo XXI, esas manchas retratan un estado salvaje en el que la sangre, el temor y el caos son los jinetes de un apocalipsis que parece nunca acabar.