Una de las fascinaciones de Bernardo Esquinca son los fantasmas. Estos seres son cosa curiosa porque pueden volver a la vida siempre que uno lo quiera, asumiendo que todos estén muertos, y no son sólo personas, sino también recuerdos, sucesos y lugares. En su último libro, cuarto de su saga literaria, Esquinca vuelve a rendir  homenaje a su devoción y lleva a cabo una suerte de evangelización para que los lectores también desempolven el pasado y hagan  resucitar a las sombras.

En una de las historias primordiales de Inframundo, evocaremos a Blas Botello, un enigmático personaje que Bernal Díaz del Castillo menciona en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España y que era, nada menos, el astrologo personal de Hernán Cortés; Botello a través de un libro de adivinación, que también es documentado por el magno cronista, se convierte en la voz de la conciencia de Cortés en la odisea de la conquista de México, hasta que tan apreciado material bibliográfico se pierde para siempre entre las aguas la fatídica Noche Triste. Bernardo Esquinca le da otro giro al acontecimiento:

“Juego con esta historia de que este texto sobrevivió a ese acontecimiento y vamos viendo en la novela cómo este libro maldito atraviesa las épocas y va cayendo en manos de distintos dueños, causando desgracia”, asegura a El Universal el también coautor de Ciudad fantasma.

Casasola, el mítico detective de las trilogía que antecede Inframundo, se adentra en esta histórica maraña de desventuras llegando también a inmiscuirse en una extraña leyenda en la esquina de las calles de Argentina y Guatemala en el Centro Histórico de la Ciudad de México, en donde se han suscitado asesinatos, procesos inquisitoriales y maravillas relacionadas con libros.

“Es una esquina donde han pasado cosas muy extrañas, por lo que voy mezclando esas historias de la ciudad con una trama que ocurre en el presente y Casasola está investigando la desaparición de una mujer que se llama Dafne y que es secuestrada por un acosador de mujeres”.

El creador de Carne de ataúd es contundente al decir que no es un historiador, sino un narrador, por lo que es libre de forjar un mundo dentro de la ficción histórica, aspecto que hace aún más atractiva su propuesta literaria. Inframundo es excelente opción de lectura decembrina, pues los fantasmas del año que se va seguramente se llevarán bien con los nacientes de sus páginas.