Jacquelin Ramos y Javier Vieyra
Las relaciones amorosas resultan, por antonomasia, un tema laberintico y complicado; sin embargo, hasta hace algunas décadas mantenían una esencia romántica en que los vínculos se humanizaban a través de diferentes factores y sentimentalismos y ello, a su vez, se reflejaba en particulares rituales y prácticas que los reforzaban; el máximo ejemplo: las bodas.
Lo cierto es que la modernidad ha desdibujado o desvalorizado casi en su totalidad muchos de estos elementos en que, en los años sesenta, José Alfredo Jiménez se inspirara para crear una de sus composiciones más emblemáticas, Un mundo raro. De las metamorfosis de las relaciones amorosas y una frase de dicha pieza, Mónica Lavín, versátil escritora, ha concebido su última novela, Cuando te hablen de amor, una propuesta original que parte de la historia de dos mujeres que representan “las dos caras de la actitud frente al compromiso amoroso”.
“Maya, una joven que tiene dudas sobre su eminente boda, y Eugenia, una vendedora de vestidos de novia que tiene su propia historia de desilusión, a pesar de que es una vendedora de ilusiones”.
Considera la escritora que es su primera novela que narra sobre algo inmediato con base en historias aparentemente sencillas, de cosas cotidianas, pero que, sin embargo, son temas a los que se les debe poner la lupa. En este caso, dice la autora, es una novela de las bodas y no bodas, que tiene que ver con ese momento donde se idealiza un compromiso, y que, además, entrepone la necesidad del ritual y el vacío que pueden ser estos rituales hoy, llegando hasta esas bodas convertidas en una verdadera industria.

“Para muchas personas, la boda se ha vuelto una especie de necesidad externa de una anclaje interno, porque si no, no entendería por qué esta pasando toda esta industria de la boda, un ejemplo de ello es el surgimiento de profesiones como la de planificador de bodas”.
Recordó que con esta novela se arriesgo al peligro cuando decidió escoger como tema el amor o adentrarse en el terreno de las relaciones amorosas y más con una boda. Esto tiene su origen, asegura, cuando todo de repente se volvió bodas en su vida: “empecé a ir a muchas bodas de muchos tipos, y al asomarme sobre la producción que hay ahora, me di cuenta de que los enlaces se han vuelto superproducciones, dejando de lado los rituales tradicionales, provocando en mí varias dudas: ¿el rito necesita tanto vestuario?, ¿es una búsqueda de sentido a las decisiones, lo amoroso, en un tiempo en el que hemos perdido un poco la brújula?”
Para resolver sus propios cuestionamientos, Lavín asegura que las novelas y los cuentos son una manera de aproximarse a vivir un tipo de respuestas, porque en el aspecto del amor, ahora y siempre, revelan la grandeza y la fragilidad, por lo tanto el tema es delicado y debe razonarse.
“Debemos ser cuidadosos en este ámbito, porque es un terreno que, como dice la canción de José Alfredo, del cual tomé el título, es un mundo raro, pero de todos modos un mundo que queremos habitar”.

Una búsqueda por la utopía amorosa
Lavín nota que “hay una necesidad de búsqueda de la utopía amorosa”, y es partidaria de que, generacionalmente, el péndulo ha ido cambiando. Añadió que existen jóvenes que, como Maya, pertenecen a esa generación que se exige mucho, pero que alienta el amor romántico; a su vez, duda de su posibilidad y de la capacidad de estar a la altura de un compromiso, llegando a temer el fracaso.
Debido a estos cambios de mentalidad, la escritora quiso que la novela fuera como una “plática intergeneracional”, que recogiera puntos de vista entre mujeres de diferentes edades que conviven en un mismo espacio, en este caso concreto, en el sur de la Ciudad de México.
“Con mi narración de estas historias fue como tomar una foto de época al momento actual sobre las relaciones amorosas, a esas dos generaciones, a las dos zonas de la ciudad donde se desarrolla la novela, y sobre todo a los dos estratos sociales y la ilusión de realidad que es la novela”.
Como un abanico amplio que abarque desde jóvenes hasta la edad en que ya se tienen muchas cicatrices, es lo que Lavín ofrece de su creación, quien asegura que no va dirigida solamente a los desilusionados, sino a todos aquellos que tienen una ilusión amorosa, así como los que conocen el desencanto y que ya sanaron su vitalidad, o los que han conocido ese estado alterado que es el enamoramiento.
“Esta novela es para todos los que tenemos preguntas, anhelos, cicatrices o que somos nuevos en el amor. Es una manera de mostrar que la unión hay que verla como un compromiso de pareja para diseñar un mundo juntos, o como una manera de ser exploradores en la era contemporánea, de vivir y de ver el mundo compartido”.

No es una novela solo para mujeres
La autora también de La casa chica (2012) explica que no se debe pensar que esta novela es solo para mujeres al tener protagonistas femeninas o porque la portada tenga flores; apunta que no se debe tener en principio ese prejuicio, sino que, como lo dijo Sabines, “los amorosos” se acerquen a ella.
“Me ha pasado que algunos de los que leen mi novela se sienten identificados con algo o alguien, entonces me motiva porque un libro es una conversación, y un autor espera tener un interlocutor del otro lado que converse con las historias y con la idea propuesta”.
Es cierto que con la novela Cuando te hablen de amor, editada por Grupo Planeta, dice Lavín, le importa retomar la visión de las mujeres, aunque también hay personajes masculinos, a diferencia de sus anteriores obras, Yo, la peor (2009) y Las rebeldes (2011), explica su autora, en que los personajes responden a sus circunstancias y su contexto de manera natural.
“En la novela Las rebeldes hay un grupo de mujeres que son una brigada de servicios de salud durante la revolución con Carranza, en ese caso son las olvidadas, y ahí la literatura pone el foco muchas veces, o en mi caso, en los que parecen no tener los reflectores, por lo menos eso ocurre en el cuento, y creo que eso se ha traducido también a la novela”.
En el caso de Yo, la peor, la figura de Sor Juana actualmente no se encuentra desvalorada, pero la adversidad es lo que predominaba en su tiempo, afirma la escritora, quien agrega que le agradan las novelas donde quizás ha escogido mujeres por el simple hecho de que le atrae la actitud transgresora, rebelde, contestataria de un intento de buscar un lugar en el mundo a la altura de los sueños, “eso me interesa de las mujeres”.
Sin embargo en su trayectoria literaria, el genero masculino no esta relegado, declara la creadora de Café cortado (2001), novela en donde recrea una historia de un mundo de hombres: “es el mundo del café en el Soconusco a principios del siglo XX que era un mundo varonil, y me fascina la posibilidad de mirar desde esa perspectiva. Otra, es el caso de Hotel Limbo (2008), que conjuga la mirada de un pintor y también de una modelo que posa para él. Por lo que puedo afirmar que en mis obras encuentras lo mismo protagonistas mujeres que hombres”.

No soy feminista
Mónica, quien obtuvo el premio Nacional de Literatura Gilberto Owen en 1996, se considera una contadora de historias que le interesa la fragilidad humana, los contextos y las atmósferas de los personajes, sus flaquezas y sus momentos grandes, así como la ética de la vida, resaltando la experiencia de las mujeres que menos voz tienen.
“No tengo ningún afán reivindicador, no obstante sí me interesan todo tipo de personajes, porque tengo la libertad de elegir y qué hacer, pero a veces esa libertad no está del lado precisamente de algunos roles, en este caso de las mujeres. Por lo que no me considero feminista”.
Asegura estar convencida de que las novelas conversan con un mundo donde las oportunidades han sido desiguales, por ello cada uno de sus personajes responde a sus circunstancias de manera común; en ese sentido, “a veces ellos mismos tienen que responder al contexto que les ha tocado vivir sin necesariamente abanderar nada”, concluye Mónica Lavín.





