“Un centavo ahorrado es un centavo ganado”. Benjamín Franklin.

La inflación y el alza de precios han sido un fenómeno constante que golpea incluso a las economías más sólidas y afecta el poder adquisitivo de las divisas históricamente más fuertes. Por lo que diferentes países han tenido que eliminar sus monedas de menor valor ya que tienen un valor nominal menor a la cuantía del metal con las que se fabrican. Un ejemplo reciente en un país de ingreso alto fue el que tuvo Canadá al eliminar en 2013 las monedas de un centavo, lo que significó un ahorro para sus contribuyente por el costo del metal, además de la aplicación de una política de redondeo de precios a fin de que las transacciones con efectivo sean en múltiplos de cinco céntimos.

El turno del debate ha llegado a Estados Unidos y su poderoso dólar. Sin embargo, desde que su famosa moneda de cobre –con la imagen de Abraham Lincoln desde 1909- fue puesta en circulación han existido problemas por el valor del metal en diferentes coyunturas. Ejemplo de ello es que durante la Segunda Guerra Mundial hubo una crisis de este componente, por lo que los céntimos debieron acuñarse en acero a fin de facilitar el uso del cobre en componentes bélicos.

Treinta años después hubo una iniciativa en el Congreso estadounidense para que las piezas con la imagen de Lincoln fuesen de aluminio debido a las alzas del material con las que se creaban dichas monedas. Posteriormente, en 1982 la composición cambió a 97.5% de zinc con un recubrimiento de cobre, que consiste en 2.5% del total del material.

No obstante, en los últimos años las variaciones siguen siendo una constante, y un centavo estadounidense ha valido más por su proceso de elaboración que por lo que se puede adquirir, llegando a costar al Tesoro de ese país 2.4 céntimos por cada unidad ¡Más del doble de lo nominal! Asimismo, para el consumidor es difícil comprar un artículo de ese valor, además de la pérdida de tiempo e impráctico de acumular un volumen de esta moneda para pagar, por lo que no es mala idea hacer reformas que eliminen esta fracción. Cabe destacar que es dinero que ya no regresa a los bancos en la magnitud de su salida, por lo que se distribuyen y pierden a lo largo del territorio americano y países que usan esta divisa, como Panamá, Puerto Rico, El Salvador, entre otros.

Sin embargo, hay defensores de que aún pueda circular el centavo debido a que consideran que puede mermar su economía o motivos tradicionales, lo que ha retrasado una medida gubernamental, tal como sucedió en Canadá, Australia o Nueva Zelanda. Incluso, hay una iniciativa ciudadana estadounidense de dejar centavos en recipientes en los negocios para quienes lo necesiten puedan utilizarlo en sus transacciones y evitar recibir una gran cantidad de monedas como cambio, por lo que una posible eliminación puede ser una medida impopular.

¿Qué argumentos se pueden utilizar para convencer a los norteamericanos de dejar de usar las monedas de centavo? Uno muy real es la pérdida del valor del dólar. Ejemplo de ello el valor de una onza de oro a lo largo del tiempo, ya que en 1971 (año de la suspensión de la convertibilidad del dólar en oro) el tipo de cambio era de 35 dólares por 31.1 gramos de oro, por lo que un centavo equivalía a poco menos de una centésima de gramo. El metal áureo tuvo una mayor fortaleza que el billete verde y en poco tiempo duplicó constantemente su valor, hasta superar mil 330 dólares por onza de oro, es decir, un gramo de este fino componente equivale a 42.76 USD, lo que hace ver el ínfimo valor de la moneda con la imagen de Lincoln.

Otra razón para prescindir de estas piezas de cobre es el rechazo de algunos sectores de la población para recibirlos como medio de pago por cuestiones de volumen y tiempo para contarlos.

Debido al interés en este debate algunas casas encuestadoras han realizado sondeos para conocer la opinión ciudadana. En ese sentido durante 2014 dos de cada tres norteamericanos estaban de acuerdo por conservar sus centavos. Lo que implica un peso tradicional en sus finanzas y apegos al actual sistema monetario. No es de extrañarse este resultado, ya que las autoridades estadounidenses tampoco han tenido éxito para reemplazar el billete de dólar por monedas, pese a los intentos realizados en la década de los setentas del siglo XX o recientemente con la serie presidencial.

Pero la falta de confianza de la población en estas piezas han hecho posible la proliferación de billetes, pese a que sólo tienen una vida útil de dieciocho meses, lo que implica mayores gastos para el gobierno, lo cual proviene de los impuestos que pagan todos los contribuyentes.

La sociedad estadounidense se ha caracterizado a lo largo de la historia por su patriotismo, pero resulta contradictorio no tener un sentimiento positivo ante la posibilidad de un ahorro nacional al eliminar la circulación de las monedas de un centavo, e incluso el billete de a dólar. Si bien el debate continúa, lo probable es que no haya una reforma en ese sentido a corto plazo.

El autor es Doctor en Humanidades, Universidad Latinoamericana.