El lunes 27 de noviembre se cumplieron los tiempos del ritual y en términos de la liturgia priista conocimos quién será el candidato del partido en el poder para contender por la Presidencia de la Republica en 2018. Ciertamente no testimoniamos un ritual igual que en el ancien régime, los tiempos han cambiado. Lo que no se modificó es el retorno a la práctica de que las palabras mayores solo y únicamente las pronuncia el primer priista de la nación.

Mascarada, simulación o ejercicio verdadero, como cada uno lo quiera ver, al final del proceso arribaron Miguel Osorio Chong, José Narro Robles, Aurelio Nuño y el ungido José Antonio Meade. Es de todos conocido que los aspirantes deben estar preparados para ser, pero lo más difícil para no ser.

Hoy sabemos que el presidente Peña Nieto no engañó a nadie. Les ofreció y les cumplió que no se enterarían por los medios respecto de quién sería el elegido. Todos fueron llamados e informados. Algunos salieron con cara de circunstancias al conocer la decisión, otros adustos, pero ninguno molesto o encabritado. Sabían las reglas y no pueden llamarse a engaño.

El presidente Peña Nieto mostró y demostró que pese a todo lo que se diga es un político cuidadoso de las formas, con control y oficio y sobre todo que cuenta con la lealtad de quienes le rodean. Aunque causaron molestia algunas indebidas filtraciones de los ires y venires en Los Pinos es imposible que los integrantes del pequeño grupo cercano no tomen partido por alguno de los contendientes.

Ahora la pregunta es si todos los aspirantes estaban preparados para no ser. Es claro o meridianamente claro que todos de alguna manera se habían preparado para el caso de ser los elegidos, más allá de las prendas personales intelectuales, éticas o morales.

Lo que preocupa ahora es si estaban preparados para no ser. A los priistas debe ocuparlos esta situación dado que cuando se dividen o existe apatía, desidia o desinterés, al interior de su formación política pierden votos y las elecciones. Ahora los suspirantes perdedores, amén del proceso volitivo interno para asimilar su derrota, tienen que prepararse para apoyar al ganador, lo cual no resulta fácil.

Hasta ahora, el secretario de Gobernación, que perdió en la raya, se ha comportado con institucionalidad y ha demostrado entereza, carácter y madurez. El doctor José Narro Robles, quizás el más preparado y mejor político, se ha conducido con estilo y elegancia. Aurelio Nuño al igual que sus compañeros, felicitó al ganador y acató las reglas del juego.

Tal y como era de esperarse, la oposición en su conjunto condenó el método de elección y mordiéndose la lengua adujo la existencia del dedazo, ignorando que en sus propias formaciones políticas lo practican alegremente, y sus candidatos son los poseedores o los únicos dueños de sus partidos.

En fin, en Los Pinos hubo fumata bianca y candidatus habemus. Enhorabuena y felicidades a José Antonio Meade, le deseamos mucho éxito.