La decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de reconocer unilateralmente a Jerusalén como capital de Israel me trajo a la memoria dos libros: Contra el fanatismo, del escritor hebreo Amos Oz, Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2007, e Historia del otro, escrito por doce académicos, seis palestinos y seis judíos en 2005.

El ensayo de Oz nos lleva a entender por qué la decisión del mandatario norteamericano es un acto de barbarie y de regresión en materia de derecho internacional al condenar por decreto a dos pueblos a vivir en una guerra que ya es eterna.

Oz define el conflicto palestino-israelí como una tragedia terrible. Y lo es por una razón fundamental, porque ambos tienen los mismos derechos sobre un territorio que por historia y cultura milenaria consideran su patria.

“…muchos judíos —dice Oz— no se dan cuenta de lo profunda que es la conexión emocional de los palestinos con la tierra. Igual que muchos palestinos no consiguen darse cuenta de lo profunda que es la conexión judía con la misma tierra”.

La principal reflexión del autor se centra en hacernos entender que la solución de esa confrontación —como la de muchas otras— pasa por un complejo y doloroso proceso en el que ambas partes tienen que renunciar a sueños, derechos y ambiciones, pero también por la necesidad de deshacerse de extremismos —como los de Trump— que solo creen en la aniquilación o la muerte.

La postura del secretario general de la ONU, António Guterres, coincide con la visión que prevalece en los círculos más sensatos y pensantes de Israel y Palestina: “No hay plan B”, dijo el funcionario al criticar la decisión autoritaria de Washington. “El estatus final de Jerusalén es algo que debe ser resuelto mediante negociaciones directas entre israelíes y palestinos”.

Para fortuna de la paz mundial y especialmente de Oriente Medio, todos los países miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, con excepción de Estados Unidos, se han unido para formar un muro —¡qué ironía!—contra la demencia incontenible de Trump.

La censura de los más importantes líderes mundiales a la decisión de declarar unilateralmente a Jerusalén como capital deja ver cómo el diálogo y el acuerdo vienen ganando terreno a “soluciones” arbitrarias e interesadas que forman parte de una diplomacia anacrónica ya superada y solo practicada desde el primitivismo del millonario neoyorkino.

Y en esto, en la sustitución del misil por el diálogo, de la fuerza por la razón, mucho han contribuido las universidades judías y palestinas. Historia del otro, una doble mirada al conflicto árabe-israelí forma parte precisamente de ese esfuerzo por acercar a dos pueblos que comparten vida y sufrimiento, causas y derechos.

“Ambos pueblos —se apunta en el prólogo— han sido traumatizados: los israelíes por el recuerdo del genocidio; y los palestinos por el de la expulsión”. Unos y otros tienen que aprender a construir la paz identificándose con la historia del contrario.

El espíritu del libro va encaminado, precisamente, a provocar una revolución en la conciencia de ambas naciones a partir de la construcción de la paz desde las aulas escolares. Hasta hoy, señalan historiadores judíos y árabes, todo y todos nos enseñan a hacer la guerra, pero nadie ni nada nos enseña a edificar la paz.

Ha llegado la hora de que cada judío y cada palestino conozca su propia historia, pero también la del otro.

@pagesbeatriz