“Si alguno de ustedes se hubiera cruzado conmigo en el otoño de 1979, habría tenido algunas dificultades para ubicarme, socialmente e incluso en el ámbito racial. Yo tenía entonces veinticuatro años. Mis rasgos eran japoneses, pero a diferencia de la mayoría de los hombres japoneses que se ven hoy en día en Gran Bretaña, llevaba una melena hasta los hombros y bigote largo y caído de forajido”, son las primeras palabras del escritor británico de origen japonés, Kazuo Ishiguro, durante el tradicional discurso de aceptación ante la Academia Sueca, previa a la entrega del Premio Nobel de Literatura 2017.

Durante la lectura de su texto Mi velada con El siglo veinte y otros pequeños descubrimientos, Ishiguro recordó que fue cuando tenía cuatro años, cuando oyó por primera vez en su Nagasaki natal y por boca de su madre, la expresión “Premio Nobel”.

“Crecí con la idea de que el Premio Nobel no sólo era un gran galardón, sino un símbolo que ejemplifica que tenemos que intentar y sobresalir como seres humanos, independientemente de nuestro país”.

El galardonado por su trabajo en las letras recordó el nacimiento de su primera novela, durante su estancia en la Universidad de East Anglia, como un acto de preservación de un Japón que abandonó con sus padres desde la niñez para comenzar a vivir en el Reino Unido. Una infancia como un extranjero en un país poco acostumbrado a la multiculturalidad fue parte de una serie de reflexiones en torno a la memoria y la literatura.

“De pronto una noche, durante mi tercera o cuarta semana en esa pequeña habitación, me sorprendí escribiendo, con una nueva e insistente intensidad, sobre Japón, sobre Nagasaki, mi ciudad natal, durante los últimos días de la Segunda Guerra Mundial”.

El autor de novelas como Lo que queda del día (1992) y Nunca me abandones (2005), reflexionó a través de un recorrido sobre las palabras y algunos países. Echando una vista al pasado, mencionó que tras la caída del muro de Berlín en 1989, llegó la época marcada por la autocomplacencia y las oportunidades perdidas.

“Se ha permitido que crecieran enormes desigualdades –de riqueza y oportunidades– entre países y dentro de los mismos países”, apuntó.

Frente a personalidades de la Academia Sueca y diversos medios de comunicación, Ishiguro alertó sobre los peligros del racismo que hoy se sigue viviendo en todo el mundo.  Aseguró que en sus formas tradicionales y en sus versiones modernizadas y maquilladas, vuelve a ir en aumento, revolviéndose bajo las civilizadas calles como un monstruo que despierta.

“Por el momento parece faltarnos una causa progresista que nos una. En lugar de eso, incluso en las ricas democracias occidentales, nos estamos fracturando en facciones rivales desde las que competir a cara de perro por los recursos y el poder”.

No obstante, el también galardonado Premio Booker, se sintió optimista ante los conflictos que se avecinan, aunque previno de cómo aprovechar ese estado de ánimo, pues asegura existen grandes talentos jóvenes a los que se deben apoyar desde el ámbito literario.

“La literatura es importante y lo será en especial mientras atravesamos este difícil territorio. Pero recurriré a los escritores de la generación más joven para que nos inspiren y nos guíen. Esta es su era, en los campos de la literatura, el cine, la televisión y el teatro veo hoy talentos atrevidos e interesantes: hombres y mujeres de cuarenta, treinta, veinte años. De modo que soy optimista. ¿Por qué no iba a serlo?”, señaló Ishiguro, quien recibirá este domingo uno de los galardones más prestigiados del mundo dedicados a las letras.