El panorama económico hacia el 2018 para México está cubierto de sombras borrascosas que no auguran el éxito esperado.

La inminente reforma fiscal promovida por Donald Trump en Estados Unidos, tendrá en el corto plazo un efecto de atracción a muchas empresas norteamericanas instaladas en nuestro país, ya que con la reducción de impuestos es muy probable que pretendan regresar sus sedes principales a su país de origen, lo que hará que se pierda en México una enorme cantidad de inversión extranjera.

Por otra parte, el TLCAN está atorado por la actitud terca e incomprensible del presidente Trump; no se ve una solución pronta y expedita —como se esperaba— a la renegociación de este importantísimo instrumento comercial, lo que también pronostica debilidad de las finanzas nacionales.

Agregado a esto, nuestro país se ha endeudado más allá de los parámetros que han permitido un desarrollo estable; los embates de la naturaleza también implicaran gastos no previstos para la reconstrucción de la Ciudad de México, Morelos, Oaxaca, Guerrero y Chiapas.

Estos factores jugaran un papel determinante para definir el voto de los mexicanos en el 2018. Desde luego no hay duda de que el experto en esta materia —por sus conocimientos y sus relaciones— es el candidato Meade; sin embargo, al mismo tiempo, el decrecimiento económico provocará irritación en los sectores más vulnerables de nuestra sociedad, que podrán emitir un voto anti-sistema.

El Frente Ciudadano ha perdido su dinámica, pues, los tres partidos que lo integran no han podido llegar a un acuerdo para las candidaturas que se disputan, el cual puede dividirse ante la actitud de Miguel Ángel Mancera que busca también la postulación presidencial y que llega fortalecido con todas las fuerzas perredistas que lo están apoyando, aun cuando el líder de Movimiento Ciudadano, Dante Delgado, propuso que la candidatura presidencial debería ser para el PAN con Ricardo Anaya, la candidatura a la Ciudad de México para el PRD con Alejandra Barrales y la posibilidad de que Mancera encabece la lista de candidatos al Senado y sea el coordinador de los legisladores; sin embargo, no se consideró lo establecido por el artículo 55 constitucional que prohíbe, al actual jefe de Gobierno de la Ciudad de México, ser electo en su misma jurisdicción durante el periodo de su encargo, aun cuando se separe definitivamente de su puesto.

Otro escenario es que pueden utilizar el tiempo de precampaña para promover tres candidaturas, una por cada partido, aun cuando el resultado ya sabemos cuál va a ser.

En el PRI es indudable el avance del candidato neopriísta, por una excelente campaña mediática desplegada en los últimos días, aunque, claro está, falta una comunicación mayor entre este personaje y la base popular de la sociedad y del mismo PRI. En poco tiempo, veremos si la campaña penetra en las bases populares.

López Obrador, en Morena, sigue la ruta de siempre, que consiste en ir a la cabeza en las encuestas, pero perdiendo voluntades por aparentes ocurrencias, como la supuesta amnistía al crimen organizado.

Entre tanto, en el Congreso se esperan discusiones que pueden desembocar en no concluir las reformas pendientes; en el combate a la corrupción, siguen pendientes casos de urgente resolución como el de Odebrecht.